11 septiembre, 2006

Evolución desde Darwin hasta nuestros días

Si ya en tiempos de Darwin hubo mucho coetáneos opuestos al darwinismo (cosa totalmente comprensible si se habla de que fue una reveladora teoría, costosa de entender en plenitud para la época), resulta muy incomprensible que hoy día se continúe con una cruzada contra el darwinismo en círculos académicos y alejados de la ciencia.
A pesar de que la mayoría de científicos abrazan la esencia de la teoría, e incluso en el estamento religioso (Juan Pablo II, la aceptó a finales del siglo pasado), el carácter gradual de la evolución y el mecanismo de selección natural siguen en controversia, no siempre aportada por datos científicos.
No obstante, es cierto que en la época en que nació la teoría, eran pocas las personas que la aceptaron (ni siquiera acérrimos defensores de Darwin como Huxley), solo ciertos seleccionistas a ultranza como Wallace o Bates.
Las teorías de Darwin fueron criticadas en suma desde el principio, y no es de extrañar si contamos con que se elimina la necesidad de un diseñador divino y la existencia de una teleología cósmica o finalismo. También se desbancó al esencialismo al mostrar la inmensa variabilidad de la naturaleza y su casi infinita posibilidad de cambio con el tiempo, cosa muy arraigada desde la Grecia Antigua; se decía que el ciego azar no podía por sí solo crear la inmensa variedad de formas.
También se alega contra ella su falta de pruebas experimentales, cosa que no se aplica con la misma saña a ciencias como la cosmología o la geología, que no tienen en su mano pruebas fáciles de aportar. Y «por qué», me pregunto, si en el las más de 500 páginas del Origen de las especies están llenas de experimentos y demostraciones ejemplares. Y disciplinas enteras como la ecología evolutiva o la ecología de conducta utilizan la herramienta científica del método comparado. Además dio sentido a la conjunción por qué cuando se trata de explicar fenómenos naturales.
Hay quien se opone al darwinismo (como Popper) alegando que es tan poco científico que no puede ser falseado por pruebas experimentales (argumento erróneo, pues existen muchas salvaciones de la teoría).
Por otro lado existe una fuente de resistencia del rechazo a cualquier base biológica del comportamiento humano bajo el lema “todo en la conducta humana es cultural”, tradición científica en ciencias humanas que probablemente proviene de la creencia en una capacidad de progreso ilimitado de la Ilustración (hay cosas que no cambian ni con el tiempo, ¿no creen?).
Con toda esta parafernalia convulsa de estoicismo se hacía imposible explicar a los incrédulos cómo un atisbo de ojo podía tornar con el tiempo en el ojo tan perfecto de los cefalópodos.
Algunos de los opositores se refugiaron en principio en teorías alternativas como son las saltacionistas, neolamarckianas, para explicar adaptaciones sin la intervención del puro azar y las teorías ortogenéticas que presuponen una tendencia inmanente en los cambios evolutivos. Teorías, todas ellas, que supusieron un paso atrás, y que desgraciadamente dominaron durante más de medio siglo después del Origen de las especies el panorama de la biología.

Durante los ochenta años posteriores se produjo una gran diversidad de opiniones entre los biólogos evolucionistas que no beneficiaron a la propia teoría, ni mucho menos cuando se modificaba para ser utilizada como arma política. Se extendió con distinta suerte por Europa y parte de América, pero nadie aportó nada nuevo, solo caos. Solamente reseñar a August Weismann (1834-1914) quien hizo aportaciones sustancialmente nuevas a la teoría evolutiva al proponer la separación total de la línea germinal del soma durante el desarrollo embrionario (Darwin aún creía en la herencia de los caracteres adquiridos de Lamarck para explicar esto), pues los cambios no podían pasar de la línea germinal. Además fue el primero en comprender el extraordinario poder de la recombinación sexual para producir variabilidad genética y el primero en advertir sobre las ventajas evolutivas del sexo, algo que no se retomaría hasta un siglo después. También planteó el equilibrio de la longevidad que aporta la selección natural. Fue una importante figura para los biólogos posteriores al poner en boga la herencia de los caracteres adquiridos.
Tras la muerte de Darwin en 1882, los evolucionistas comenzaron a divergir en cuanto a sus concepciones. Los biólogos experimentales (embriólogos, fisiólogos y genetistas) enfocaron el problema de los cambios evolutivos sin tener en cuenta el problema de la diversidad de especies y de la variación geográfica, que eran el foco de atención de los naturalistas (zoólogos, botánicos y paleontólogos). Mientras los primeros daban primacía a experimentos de laboratorio, lo otros utilizaban el método comparativo de Darwin; y está claro, pues unos utilizaban para trabajar células y genes, y lo otros especies, poblaciones y taxones superiores.
Surgido de esta disparidad de criterios existió un enfrentamiento cuestionando la importancia que se le daba a la variación continua en caracteres y de los cambios graduales propugnados por Darwin con respecto a la variación discontinua y saltas evolutivos. Un número creciente de científicos concluyeron que la variación gradual era insuficiente para explicar las ubicuas discontinuidades observadas entre especies y taxones superiores.
El saltacionismo en evolución estuvo apoyado principalmente en De Vries, uno de los redescubridores de las teorías de Mendel. Achacaba la especiación al origen espontáneo de las especies por la producción súbita de una variante discontinua. Su argumento era totalmente circular: llamaba a cualquier variante discontinua una especie, por lo que las especies necesariamente se originaban por cualquier cambio que indujera una discontinuidad. Siendo esto base de su teoría de la Mutación.
Esta teoría tiraba por la borda la teoría de los naturalistas de la variación geográfica gradual, contraatacando estos al negar la importancia de los caracteres mendelianos, considerando importantes solo los caracteres cuantitativos, apelando al neo-lamarckismo o al ortogenetismo para explicar lo que Darwin hizo con la selección natural.
Así, el darwinismo apenas contaba con partidarios a principios del siglo veinte. Por otro lado, el rechazo entre filósofos, sociólogos o humanistas era generalizado.

Una nueva generación de genetistas, con Morgan a la cabeza, permitió la fusión de las teorías de Mendel y Darwin, dando al darwinismo la sustentación genética que le faltó en sus inicios. Este proceso, que culminó en la “Síntesis Evolutiva” de las décadas de 1939 y 1940 llegó a estas conclusiones: 1) Solo hay un tipo de mutación (macromutaciones y ligeras variaciones individuales son extremos de un continuo); 2) No todas las variaciones son deletéreas (existen neutrales y beneficiosas); 3) No existe herencia de caracteres adquiridos; 4) La recombinación es la principal fuente de variación genética dentro de las poblaciones; 5) La variación fenotípica continua puede ser explicada por acción de múltiples genes sin estar en conflicto con la herencia mendeliana; 6) Un gen puede afectar a varios caracteres fenotípicos; 7) La selección existe tanto en el laboratorio como en el campo y funciona.
Esta teoría fue el varapalo definitivo a la herencia de los caracteres adquiridos. Después de esta teoría, todo cambió y las Teoría Sintética se fue nutriendo de diferentes disciplinas como las matemáticas, además del naturalismo, la genética, la sistemática,…; siendo relevantes los nombres de matemáticos como Fisher, Haldabane y Wright y naturalistas como Chetverikov, Dobzhansky, Cain, Sheppard y E. B. Ford. Pero siempre bajo diferencias conceptuales, cosa que terminaría en un consenso, entre la selección natural y el gradualismo entre 1936 y 1947, el cual estaba basado en dos conclusiones: que la evolución es gradual y puede ser explicada por selección natural actuando sobre pequeños cambios genéticos y su recombinación; y que considerando a las especies como conjuntos de poblaciones reproductivamente aisladas entre sí y analizando su ecología se podía explicar el origen de la diversidad taxonómica como consistente con los mecanismos genéticos conocidos y con las evidencias de los naturalistas.
Esta recuperación del paradigma darviniano es iniciada con Dobzhansky y su Genética y el Origen de las Especies (1937) ha sido llamada Síntesis Evolutiva. Entre sus principales artífices nos encontramos a Dobzhansky, Huxley, Mayr, Simpson, Rensch y Stebbins. La síntesis del darwinismo consiguió establecer vínculos entre genetistas y naturalistas, haciendo a los primeros abandonar sus ideas tipológicas y a los segundos las de la herencia de los caracteres adquiridos. Además la síntesis del darwinismo y la genética tuvo un impacto grandísimo en muchas ramas de la biología y sigue siendo el paradigma científico dominante en el estudio de la evolución.

Tras la síntesis evolutiva, y especialmente en las últimas décadas, ha habido una auténtica explosión de estudios con relevancia evolutiva en temas que van desde la conducta animal y las interacciones ecológicas hasta la antropología y la psicología.
Una nueva rama en la biología, la biología molecular, experimentó un rápido crecimiento después del descubrimiento de la estructura del ADN en 1953, confirmándose dos conclusiones: que todos los organismos vivos compartimos el mismo código genético (ascendencia común) y que cambios en la proteínas no afectan al ADN (no existe la herencia blanda).
No obstante, descubrimientos recientes sobre la herencia epigenética están haciendo mella a esta última conclusión, cosa que podría dar una nueva visión evolutiva, más amplia y permitir tasas evolutivas más rápidas, pero esto no está aún lo suficientemente contrastado. El paradigma weismaniano ha sido cuestionado, pues solo afecta a ciertos metazoos.
En definitiva, la genética está siendo un revulsivo para distintas ramas de la biología.

En el estudio de la selección natural y la adaptación ha habido una depuración de conceptos que ha permitido un avance en los campos de la ecología y de la etología. Se ha reconocido el carácter estadístico de la selección natural, se ha dado importancia a la filogenia y se ha permitido el método hipotético–deductivo en su estudio.
Otro campo donde se han recuperado las tesis darwinianas es el de la selección sexual, la forma de selección natural que afecta solamente a los individuos de un sexo, que se considera exclusiva del apareamiento, aún a costa de otros componentes de la eficacia biológica.
La biogeografía actual ha dado vida a las ideas ecológicas de Darwin y Wallace. Parece ser que no estaban tan equivocados en cuanto a los procesos de especiación que postulaban. Aunque el debate hoy día está servido.
A pesar de ello, en macroevolución es donde hay día existe un debate más estoico (ya lo vimos en entradas posteriores), aunque será un campo muy interesante si continúa su andadura. Pero que existan este tipo de debates sin agarrarse a particularismo no es perjudicial, pues no quiere decir otra cosa que la biología evolutiva goza de un momento de buena salud.

Y así termina un repaso histórico por le evolución preferencialmente, aunque lo más apasionante de una ciencia es que por cada nuevo paso que se da, aparecen lugares inexplorados para nosotros, que serán la avanzadilla de los que vengan después.

Gracias por su paciencia.

Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)

14 agosto, 2006

Lamarck y Darwin

En este relato sobre la historia de las teorías que explican la diversidad de los organismos he creído oportuno separar la historia en las teorías no evolutivas y en las evolutivas propiamente dichas, para hacer un nuevo inciso en el papel que la visión evolucionista (como abordaremos más abajo) ha aportado a la visión humana actual de la realidad.

Lamarck (1744–1824)
Y el primero que se atrevió (pues, como hemos visto, la veracidad de cada nuevo cambio en la forma de pensar que ha dado la ciencia se ha visto perpetrada de manera ultrajante por las dificultades que en el hombre existen para mutar la mentalidad) a postular una teoría evolutiva propiamente dicha, aunque la forma de explicar de sus teoría pueda parecernos hoy por hoy (mas no es de extrañar y, si tienen alguna duda, se quedarán convencidos en breve) obsoleta (que lo es), irreal e incluso (y me permito la licencia) estúpida e infantil fue Jean Batiste de Monet, Caballero de Lamarck. Lo cierto es que supuso un gran avance y quizá por las razones antes aportadas, no le reconozcamos todo el mérito que tiene, pues siempre tendemos a impregnar de nuestra cultura cualquier conocimiento que nos viene a la mente. Pero para comprender esto mejor, hagamos una intrusión en la época de Lamarck.

Lamarck ocupó un alto cargo en el ejército francés durante la Revolución Francesa, pero se marchó de sus filas para dedicarse a su pasión, que no era otra sino el estudio de la vida (por aquel entonces: animales y plantas). De esta forma, estuvo trabajando en el importante Museo de Historia Natural de París ya con 49 años, cuando Cuvier (una eminencia científica de la época) era su director. No obstante, a Lamarck le fue asiganda la cátedra menos importante en que se dividía el museo: la cátedra de gusanos y seres microscópicos, pues era un campo casi virgen en la época; por este motivo tuvo suficiente tiempo como para estudiar otras cosas y entre aquellas intentó dar solución lógica a la pregunta, ¿por qué los seres vivos son como son?
Y para responder esta cuestión dedicó un libro publicado en 1809 (curiosamente, año de nacimiento de C. Darwin) y titulado "Philosophie Zoologique", una obra decisiva para el transcurso de la ciencia y conocida por casi nadie, donde se profundiza el discurso de apertura del curso de zoología que el propio Lamarck dio y lo que le provocó una fuerte enemistad con su jefe Cuvier.
Las tesis lamarckianas que tienen lugar en los documentos antes citados son estas: 1) en todo animal que no ha rebasado su limite de desarrollo, el empleo más frecuente de un órgano fortifica y el desuso termina atrofiándolo y haciéndolo desparecer, 2) cuando en un ser vivo aparece un nuevo órgano es como resultado de una nueva necesidad. Si se usa se mantendrá y si no se usa desaparecerá y 3) Todo lo adquirido o perdido por las influencias del medio se mantiene al reproducirse y pasa por herencia a los descendientes.
Ésta fue la explicación que dio a la pregunta, mas ninguna de estas tesis es cierta (aunque a mí me parezca la forma más intuitiva de explicar la vida, de hecho en el lenguaje de los biólogos, al simplificar complejos problemas, caemos en un lenguaje lamarckiano), el legado más importante que nos dejó Lamarck es que llenó de sentido evolucionista a la anatomía, la zoología y la botánica. Antes de Lamarck las especies se definían y estudiaban por arquetipos, ejemplares únicos que servían de representantes del grupo donde se encuadraba. Lamarck nos da la idea de que la naturaleza no crea ni órdenes ni especies, Solo existen seres vivos que se suceden unos a otros (se vuelve a la idea de continuidad de los griegos). Los seres vivos están sujetos a un perpetuo cambio, por esta razón los seres vivos no son iguales, porque el medio en que viven y se desarrollan es distinto y, en consecuencia, sus adaptaciones serán también diferentes.
Otro rasgo importante encuadrado en el contexto de Lamarck es que en su época, tuvo lugar el arranque del movimiento enciclopedista, es decir, se vio la necesidad -ante la gran cantidad de conocimientos que existían- de reunirlos todos de una sola obra. Y Lamarck interviene en este movimiento dando explicación lógica a todo éste. Haciendo una analogía: se tenían los ladrillos colocados unos sobre otros en su justo orden, pero para que la casa se mantuviera en pie y fuera habitable era necesario el hecho de darle cohesión y relación a todo.
Haciendo un breve ejemplo: si Lamarck se propusiera explicar el tema de los terceros molares (o muelas del juicio) diría que la reducción de la misma sería debida a un progresivo desuso por el emblandecimiento de la dieta del hombre actual en relación con la de sus predecesores. Luego veremos que esto hoy no se explica así, que las teorías de Lamarck, aún siendo todo lo lógicas que son, no explican los fenómenos que ocurren en la naturaleza de manera veraz.

Darwin (1809-1882)
Podemos decir sin mordernos mucho la lengua que Charles Robert Darwin es el personaje más prototípico el siglo diecinueve y el más influyente de los dos últimos siglos. Nos dio una manera diferente de ver el mundo que tenemos hoy.
Darwin nace en Shrewsbury, un pequeño pueblecito de Inglaterra, hijo y nieto de médicos, siendo en miembro más notable de estos su abuelo Erasmus Darwin, célebre médico y poeta del siglo dieciocho, y precursor de sus teorías al que su nieto nunca llegó a conocer. Su obre más relevante donde trata estos temas se titula "Zoonomia", muestra de las tendencias liberales e ilustres que seguía.
La familia con que se crió Darwin pertenecía a la burguesía, que por aquella época se instalaba en el campo, cosa que sirvió a Darwin para familiarizarse pronto con la naturaleza. La época de su nacimiento coincidió con la época en que Napoleón había conquistado gran paste de Europa (excepto Rusia e Inglaterra), era una época de revuelo y de cambio en occidente. Inglaterra decapita a su rey, los reyes sólo reinan, no gobiernan, el parlamento dirige el país. Cambia todo el panorama social.
Su madre, Sussannh Wedywood, murió cuando tenía 8 años y su hermana (de 6 hermanos, 4 eran mujeres), asumió la tarea de educarlo. Al ver su temprano interés por el campo y la Historia Natural (especialmente la Entomología), su padre, Robert Waring Darwin, decidió llevar lo a estudiar medicina, pero a los dos años, al ver que ésta no era su afición, ingresó en la Universidad de Cambrige, donde estudió Teología, y fue aquí donde fue alumno de un botánico que mostró interés por él y su gusto por la naturaleza. Y fue precisamente gracias a éste hombre, quien le recomendó y le animó a embarcarse en el "Beagle" (en español, sabueso), buque de la marina de guerra inglesa cuyo propósito era recoger muestras de plantas y animales de todo el mundo, aprovechando el éxito boyante de los Museos de la Naturaleza.
Así el diciembre de 1831 (cuando Darwin tenía solo 22 años) zarpó el susodicho barco de las costas de Inglaterra, con Darwin abordo como naturalista jefe, es decir, era quien decidía el destino y los lugares a visitar, sin que nadie opusiera resistencia a sus palabras. Pero, ¿qué llevó a dar al joven Darwin este cargo de tanta relevancia? En verdad, era extraño que un buque de guerra capitaneado por el militar Fitz Roig para viajar por todo el hemisferio sur en misión científica. Los políticos nunca han regalado nada a los científicos sin obtener un beneficio a cambio, ¿qué sucedió entonces?
Aquel tiempo en el sur de América, fue época en que surge un movimiento independentista en las colonias españolas y ante la debilidad de España para solventar el problema, Inglaterra se interesó por esta situación y comenzó a espiar en la zona: esta era la verdadera pretensión del Beagle en esa zona, ante la creciente demanda de recursos y fábricas que la explosión industrial requería. Y, para ello, Darwin encajaba en el prototipo de persona adecuada para ser manipulada, joven entusiasmado por la naturaleza (dicho interés le cegó para darse cuenta que en verdad estaba siendo utilizado con fines muy distintos por los que él creía que entraba en la expedición) y religioso (cosa que requería el capitán, a quien adoró en un principio y luego detestó al final de la travesía).
Y esto es tan cierto como que a la llegada del Beagle a tierras británica, muchos fueron los barcos que partieron rumbo a las tierras que se estaban descolonizando, protagonizando épicos duelos (aunque poco comparables a los que nos dejó antaño Don Blas de Lezo contra la armada invencible inglesa).
A pesar de todo ello, Darwin moriría sin conocer esta verdad, pero lo importante para nosotros es que este viaje marcó de manera decisiva su vida, la historia de la ciencia y la sociedad.

El tiempo que transcurre desde la vuelta del buque (octubre de 1836) hasta la publicación de la teoría de la selección natural lo invierte Darwin en asentar su vida y sus teorías. De regreso en su patria publica Viaje de un naturalista y comienza (en julio de 1837) a tomar notas sobre la transmutación de las especies, impresionado por alguna de sus observaciones en el viaje (especialmente la tremenda similitud entre los fósiles de América del Sur y algunos organismos actuales y la tremenda fauna de las Islas Galápagos). Fue reuniendo datos sobre la formación de razas de plantas domésticas (no olvidemos que en esta época era patente la generación artificial de razas por selección, de hecho, de entonces provienen la mitad de razas de perro que existen), y observó enseguida que la selección era clave de los triunfos del hombre, pero quedaba aún vedada la explicación de la selección en medio natural.
Pero no tardarían sus dudas en ser desveladas, porque en 1938 leyó el Ensayo sobre la población de Malthus, y, convencido de la lucha por la existencia en el medio natural, se le ocurrió que las variaciones favorables tenderían a conservarse, mientras que las desfavorables, a ser destruidas; con lo cual tuvo una teoría completa con la cual trabajar. Por entonces nadie sabia leer el pensamiento, pero si alguien lo hubiera hacho con Darwin y lo hubiera escrito, hubiera resultado algo así: “…todos lo seres luchan para sobrevivir y el de mejores condiciones sobrevivirá, los otros se quedarán. Como de cada especie nacen más individuos de los que pueden sobrevivir y como, consecuentemente, existe una lucha constante por la existencia, se deduce que, cualquier ser, si se modifica, aunque sea ligeramente, de alguan manera ventajosa para sí mismo, tendrá una mayor probabilidad de sobrevivir y de éste modo es seleccionado naturalmente. Así, al igual que se obtienen resultados favorables con la selección artificial, también existe una selección natural, gracias a la cual las variaciones individuales útiles, pueden transmitirse y perpetuarse…”.
Esta fue la maravillosa conclusión a la que llegó Darwin, pero era persona y siguió viviendo, de hecho, al año siguiente se casó, escribió Estructura y distribución de los arrecifes de coral, y luego (1842) fijo su residencia en Down –un pueblecito cercano a Londres–, de donde a pernas salió un puñado de veces y vivió hasta su muerte; disfrutando de su posición desahogada y haciendo una vida tranquila, rodeado de su mujer y sus numerosos hijos, además de mirando por su siempre delicada salud.
Ahí fue donde estuvo reuniendo datos relacionados con su teoría y escribió un ensayo extenso sobre ella. También su prestigio llegó a tales cotas que estuvo en correspondencia científica con Hooker y otros notables naturalistas.
Pero fue bajo la insistencia de Lyell, célebre geólogo y amigo, cuando en 1856 se dispuso a escribir un tratado más extenso y exhaustivo, y estando ya hacia la mitad de su labor recibió e A. R. Wallace (1823-1913), que estaba de viaje en las islas Malucas, un manuscrito, con encargo de que lo leyese, diese su opinión y lo transmitiese a Lyell. Quedó Darwin tan impresionado al ver que Wallace –influido también por la lectura del libro de Malthus– exponía levemente en su manuscrito la misma teoría de la selección natural.
(Curiosidades de la ciencia, ¡habían llegado a la misma conclusión! Pero el, por aquel entonces, joven Wallace (aunque pasó a la historia como co-padre de la teoría de la selección natural), nunca alcanzó la relevacia de Darwin porque delegó en éste la responsabilidad de darle a la teoría los máximos alcance y consecuencias, pues tenía seguro que el genio de Darwin sería mejor que el suyo para tal trabajo. Además, a pesar de todo, nunca pudo olvidarse de Dios para explicar la vida, pues su fe le obligaba a admitir que la vida tuvo sus inicios en lo divino.)
Así sucedió que Darwin entregó el manuscrito a Lyell y éste envió a la Linnean Society de Londres el ensayo de Wallace junto con un extracto de la obra de Darwin, siendo publicados en su Journal ambos trabajos como un mismo artículo.
Cuando Darwin ve la magnitud de sus primeras reacciones que suscita su trabajo, se asusta. Su gran amigo Huxley (nieto del autor de Un mundo feliz, el cual de paso recomiendo) será quien dé la cara por él desde entonces. No crean que exagero, fue tan gorda la que se armó en Londres (primero), Inglaterra y el resto de Europa (después) que cualquier aula magna se quedaba chica para alojar a gente que quería oír sobre ello (y que me aspen si ahora algún aula magna se llena para otra cosa que no sea la proyección de una película o para alojar algún concurso). En ocasiones todo quedaba abarrotado que los conserjes transmitían lo que decían los expertos, una locura colectiva se desató y de qué forma.
Darwin, aconsejado por Lyell y Hooker (y presionado por Huxley), se ocupó inmediatamente de escribir la que iba a ser su primera obra maestra y el primer best seller, y el 24 de noviembre de 1858 se puso a la venta EL ORIGEN DE LAS ESPECIES, quedando agotada una primera edición de 1.250 ejemplares ese mismo día.
Y a mí no me extraña lo que aconteció si hacemos un inciso en el contexto social, nos damos cuenta de que hablar del siglo dieciocho es hablar de máquinas de vapor, de cambios en la sociedad, en la política, en la manera de vivir del pueblo. Es el siglo donde se consagra la ciudad industrial que conocemos, es la base de la sociedad de hay día, el dinero pone a cada uno en su sitio. Se hacina proletariado en condiciones infrahumanas, con horarios exhaustivos e interminables, mientras los capitalistas son los dueños de las grandes fábricas y los que ganan muchísimo dinero a costa de los otros. Los burgueses (grupo al que perteneció la familia de Darwin) viven en el campo de forma desahogada, son los más progresistas, mientras que los agricultores y ganaderos tienen que trabajar para alimentar a los que viven en las ciudades.
En el tiempo en que se dio a conocer la teoría de Darwin y Wallace, andaban por ahí los señores Karl Marx (1818-1883) y Friederich Engels (1820-1895), quienes publicaron el Manifiesto Comunista en 1848 –aquí está el quid de la cuestión y lo entenderán en breve–. ¡Qué intersección de caminos! ¡Quién no revolucione, que se vaya! Y es que nuestro amigo Darwin ni se imaginaba lo que con el tiempo sucedería. Alguien (o algunos) había utilizado sus tesis para otro fin que no era la vida. ¡Sí, vuélvanse locos! Y es que los que defendían al proletariado decían que el poder lo tiene el que trabaja, porque sin trabajo no hay nada, es decir, los trabajadores son los más adaptados, los capitalistas deben de irse. ¡Ah!, pero los capitalistas decían que como ellos eran los que tenían el dinero necesario para montar las industrias (para que me entiendan, que eran más “listos”) eran los mejor adaptados, debían de vivir mejor que los menos adaptados.
Créanme, la teoría de Darwin y Wallace se convierte en una teoría social que justifica las desigualdades en una sociedad industrial, es el cemento que da cohesión a la sociedad capitalista. La teoría darviniana fue adoptada por las ciencias sociales y sus conceptos y vocabulario forman parte de la concepción actual del mundo en los países industrializados. Así, por ejemplo el término “competitividad” como superviviencia en la carrera para llegar a los puestos más altos se hace patente cuando usamos términos tan comunes como selectividad u oposición. Esto es lo más fascinante que nos ha dado la biología (aunque huelo que en la próxima mitad de siglo volverá a dar otro vuelco a la historia) hasta el momento. Darwin crea una nueva forma de pensar, ni Einstein (sin subestimar sus infinitos logros ni la tecnología existirían, es el personaje más influyente de los últimos dos siglos.
No obstante, ¿quiere decir todo esto que esta teoría es cierta? No, la teoría de Darwin responde a nuestra sociedad, cuando cambie la sociedad, cambie la visión, cambiará la teoría que explique la sociedad. Por este motivo, en España el darwinismo no interesó hasta los años 1960 (¡un siglo después!), pues en una sociedad rural, los roles sociales no se explican de esta forma.
Y este era la fuente de la que manaban todas las preocupaciones de Darwin, pues éste se enclaustró en su casa y no salió de ahí más de tres veces (y pueden imaginarse para qué). Mas no es necesario hacer quinielas para pensar lo que la iglesia anglicana (más extremista que la católica) pensaba con la teoría de Darwin en la calle; de alguna manera todo su poder e influencia estaban siendo atacados y debían de derribar la teoría para seguir adelante, pues la teoría es tan fuerte que la Iglesia no podría poner ninguna traba, por muy elegante que esté formulada, que fuera seria; cosa que convulsionó todo el panorama social más aún, afligiendo más al asustadizo Darwin.
Y con este fin, en junio de 1860 se celebra la asamblea de la British Association en Oxford (Darwin estudió teología en la rival), donde el clero decide plantar batalla a la teoría de la evolución; es muy peligrosa y se decide ridiculizarla (aunque para ello se necesiten ridiculeces). Darwin no acudió a la llamada, ya lo sabemos, pero en su nombre mandó a su amigo Huxley (amigo que siempre defendió a Darwin y puso su cara al servicio de él desde entonces) para defender la teoría. En un momento del debate, el Obispo de Oxford dice: “Señor Huxley, quiero saber si pretende ser descendiente de los monos por parte de su abuela o por parte de su abuelo”. A lo que Huxley respondió: “Desde luego, prefiero desdendes de un mono que de un hombre que protituye los dones de la cultura y la elocuencia al servicio del prejuicio y de la falsedad”. Y el obispo no sabe qué hacer, con cosas como esta la Iglesia anglicana deja de meterse, a medias, en la ciencia; la ciencia trabaja a su manera. Fue, sin duda otra mejora que consiguió la teoría para la ciencia.
Pero no dejaron del todo de ridiculizar la teoría, y sus medios fueron la prensa sobre todo. Por esto salían a la luz caricaturas del propio Darwin como las que vemos abajo, aunque se basan en tergiversaciones de la teoría.

Caricatura donde se muestran las tergivesaciones más clásica. Darwin nunca dijo que: todos los ragos son absolutamente mejores que otros (hay que considerara el valor adaptativo), todas las especies proceden de otras (no proceden, tienen descendientes comunes) y la evolución es un proceso de mejora que finaliza en el hombre (la naturaleza no mejora, adapta).


A pesar de todo, Darwin siempre tuvo un quebradero de cabeza con su teoría: todos los individuos eran diferentes unos a otros, pero de dónde procede sea ingente variabilidad sin la cual la evolución por selección natural en es imposible. La respuesta vendría casi un siglo después con el desarrollo de la genética –cuyo padre es Gregor Mendel (1822-1884)–. Se sabe que en la biblioteca de Darwin había un libro de él, pero el cual (podemos suponer) nunca leyó.
Además, el libro sirve de base para ideas y ramas de la ciencia a penas inexistentes. También Darwin aporta otro nuevo concepto a la biología que es la selección sexual, que es la competencia de los individuos de un sexo para parearse con los individuos del contrario, bien para luchar o para atraer la atención de estas. Esto explica, por ejemplo, por qué un pavo real macho es tan exuberante o porqué los ciervos machos tienen astas que mudan en cada temporada de cría. Ya hablaremos largo y tendido de esto.
Darwin siguió escribiendo libros documentadísimos y de gran rigor científico además de modificar su gran obra hasta la sexta edición para defenderse de las críticas de las que fue avasallado. Y entre estos libros está El origen del hombre (1871), donde además de dar otra vuelta de tuerca a la selección natural, aporta pruebas a la selección sexual.
Y aquí termina la lección de historia de hoy, con el pobre Darwin, muerto el 19 de abril de 1882, sepultado con los grandes señores e ilustres ingleses, en la abadía de Westminster (por favor, no piensen en libros), a unos pasos de Newton.
Y es Darwin quien da el empujón definitivo a la evolución y la convierte en algo parecido a lo que conocemos hoy. Hizo a la biología más ciencia, con más peso.
Parece mentira que no le reconozcamos por ello, pero Darwin nos formó como somos, moldeó nuestro pensamiento y gracias a él podemos asomarnos a nuestro balcón y hablar de una manera libre.

He decidido terminar aquí el segundo fragmento y terminar con la visión que tiene en el último siglo la biología y la evolución en concreto, pues creo que en estos dos últimos siglos los biólogos pueden estar ociosos por hacer hecho la vida una ciencia.



Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)

12 agosto, 2006

Teorías sobre la diversidad de los seres vivos hasta el siglo XVIII

No existe hoy por hoy ninguna duda –entre todo aquel que apele al sentido común en sus razonamientos– acerca de que la gran diversidad de la vida de la que gozamos hoy y de la que –así lo espero yo– gozarán nuestros hijos se ha producido a partir de un solo ancestro inicial de tamaño microscópico cuyos descendientes han sufrido cambios y de manera distinta hasta conformar el amplio espectro de biodiversidad que podemos encontrarnos, por ejemplo, dando un paseo por el campo. (Y que no le quepa la menor duda al escéptico que aquí daremos, en sucesivas entregas, razones que así lo corroboran)
Pero esto no siempre ha sido así. En el devenir de la ciencia –como tantas y tantas veces ha ocurrido– ha sido tortuoso y modificado. Por esta razón y, una vez aprehendido qué es la evolución, haremos una retrospectiva sobre las diversas explicaciones al origen de los seres vivos.
Es propio del ser humano el pensamiento complejo (recuerden) y la razón (aunque no es característica de la humanidad, no se equivoquen) y, seguramente, desde tiempo más remotos a los que tenemos evidencias contundentes, el hombre se ha preguntado sobre el origen de la vida.

Antes de la Ilustración
En los albores de la humanidad, todo aquello que no se podía explicar de manera razonada, se hacía (y debía hacerse, pues siempre hemos sido muy inquietos para estas cosas) utilizando la intermedición de fuerzas místicas y sobrenaturales; y la cuestión que ahora nos planteamos, no iba a ser mucho. Pero si dejamos atrás las cosmogonías precientíficas de estas épocas, llegamos –como casi siempre– al siglo séptimo antes de nuestra era en la Grecia Antigua, donde los filósofos acuñaron teorías muy originales sobre le origen de la vida que se caracterizan por desdeificar su surgimiento y prescindir de cualquier fin o diseño para explicarlo. Estos filósofos fueron los primeros en dar razones de los fenómenos naturales apelando únicamente a lo natural. Aunque hoy día las teorías de filósofos presocráticos como Tales de Mileto, Anaximandro, Empedocles o Demócrito puedan parecernos un elenco de simplezas e ingenuidades; su importancia radica en revolucionar por primera vez la ciencia y rechazar lo sobrenatural para explicar lo que le abarcaba. Aunque estuvieron obsesionados con el origen del universo, la Tierra, la vida, los animales y el ser humano, no prestaron atención a los cambios subsiguientes y a una posible evolución. Fue en esta época cuando se dejaron ver por primera vez las bases para un pensamiento evolucionista, como tiempo ilimitado, generación espontánea, cambios ambientales y ontogénicos del individuo. Pero fue el único momento de las dos primeras grandes etapas de la historia donde se indujo este pensamiento.
Luego, a partir de Parménides y Pitágoras, todo comenzó a moverse gradualmente hacia la metafísica pura y la influencia de las matemáticas. Esta tendencia llevó a un desarrollo de las ideas inmutables y subyacentes a los fenómenos naturales (algo totalmente incompatible con los conceptos de variación o cambio evolucionistas). Para más inri, estos concepto adquirieron más relevancia a través de la figura de Platón con el antes nombrado esencialismo, el concepto de cosmos vivo y armónico, el concepto de demiurgo en vez de la generación espontánea y los principios incorpóreos o el alma.
Seguidamente, Aristóteles, el primer gran naturalista, asentó bases para el razonamiento evolucionista hacerse eco de la escala de diversidad que existía, además de advertir sobre la adaptación –causa final de lo vivo–; pero rasgos irreconciliables de su filosofía como la constancia y la eterna mutabilidad de las especies sin atribuir origen de ningún tipo hicieron fracasar cualquier atisbo se la verdad que llegó a oler.
Y bajo estas dos influencias fundamentales, el período clásico terminó con los filósofos sumidos en la obsesión de la eternidad inmutable o un cambio cíclico perpetuo, debido a su esencialismo.
Tras la caída del Imperio Romano, una nueva ideología, el Cristianismo, se apoderó del pensamiento occidental; suprimiendo la libertad de pensamiento anterior e imponiendo el dogma bíblico, el cual no dejaba entender el cambio. Al principio de la Edad Media permitió una cierta especulación por falta de amenazas ideológicas serias (san Agustín y su reinterpretación de la creación). Pero pronto el cuerpo dogmático se endureció y llevó a este período a un estancamiento intelectual deprimente. La reforma protestante posterior fue un retroceso frente a ideas de filósofos y empiricistas ingleses opuestas al esencialismo platónico (tales como Francis Bacon) al reforzar la autoridad de la Biblia. Curiosamente, la llamada revolución científica de los siglos dieciséis y diecisiete, un movimiento confinado casi a las ciencias físicas, no indujo ningún cambio en el creacionismo imperante. Así todos los físicos y matemáticos de entonces (Boyle, Descartes, Pascal, Newton) creían en un dios impersonal y eran creacionistas estrictos. Más aún, su concepto de un mundo creado una vez y mantenido por leyes universales era totalmente incompatible con cambios históricos.
Aún así dicha revolución científica, al enfatizar la necesidad de un tratamiento racional de los fenómenos naturales, hizo que cada vez fueran más inaceptables las explicaciones sobrenaturales. Hubo tres hechos fundamentales que ayudaron a socavar las bases de la ideología imperante y preparar el terreno para la teoría evolutiva: 1) la creciente percepción de la infinidad del espacio a causa de los avances en astronomía y la consecuente aproximación del carácter infinito del tiempo; 2) la comprensión por la nueva ciencia de la geología como Thomas Burnet o John Woodward de que la tierra había estado sometida en el pasado a profundos cambios y que su edad era inmensa en relación con lo que se creía; y 3) el descubrimiento de faunas y floras raras y muy diversas durante los viajes de navegantes europeos, y sobre todo el estudio de los fósiles pusieron en boga la realidad del relato bíblico. El descubrimiento de fósiles de organismos extintos y la asociación de ellos a una estratigrafía llevo a Robert Hooke y a Steno a la conclusión de que en estratos más profundo existían fósiles más antiguos que en estratos superiores; por lo cual existía una secuencia temporal y se atisbaba una historia de la vida sobre la tierra desde un origen remoto.

Durante la Ilustración
El siglo dieciocho fue definitivo para la historia de las teorías evolutivas, pues el concepto de evolución estuvo inmerso en los cerebros más destacados. Este período coincide con un período de fuertes cambios sociales que tienen su cenit con la revolución francesa (1789). La debilidad en las ciencias naturales de la creencia en un mundo estable se correspondió con le mundo de las ideas políticas, con el cuestionamiento radical del feudalismo y las dinastías de derecho divino. Así, el concepto de progreso se hace dominante en los escritos de los pensadores de la Ilustración.
¿Significa esto que la idea de progreso en las ciencias naturales vino inspirada de con la idea ilustrada de progreso? La idea de progreso, como hemos dicho arriba, es muy antigua, y hubo muchos ilustrados que no adoptaron filosófico-político de progreso en una teoría científica sobre la evolución. Y es que progreso puede definirse como un desarrollo de potencialidades inmanentes sin cambios de esencias dirigidos a la percepción (como defendía Leibniz), concepto algo reñido con las evidencias naturales como la regresión y extinción de grupos de seres vivos. Se recuperó el concepto de la Scala Naturae de Aristóteles por los escolásticos, el cual fue y sigue siendo un lastre para la comprensión real de los procesos evolutivos, pues nada está más alejado de la realidad para ilustrar el concepto de evolución biológica el típico esquema de una serie de organismos (que fue usado para caricaturizar de forma errónea la teoría de Darwin como veremos en la próxima entrega), saliendo unos de otros, de más simples a más complejos, que podemos encontrar en los libros escolares(esto demuestra, una vez más, que ciertos divulgadores llevan algún siglo que otro de retraso en la comprensión de los hechos naturales).
No obstante, sí que hubo pequeños atisbos de ideas evolutivas en Maupertuis (origen de los organismos por la generación espontánea continuada de nuevas formas de entre las cuales las defectuosas eran eliminadas), Bufón (abordó los principales problemas de le teoría evolutiva, aunque su concepción de especie como algo inmutable le impidió abrazar la teoría; aunque fue importantísimo porque inició la disciplina de anatomía comparada, la biogeografía, lo que indujo la aceptación de una escala temporal altísima. Además enfatizó sobre la relación ecológica de especies y adaptación) y Linneo (clasificación de flora y fauna).
Pero todavía existían preguntas sin respuesta como el origen de la diversidad y su organización aparente y la fascinante adaptación de los organismos a su medio; hechos que ni el creacionismo podía dar solución satisfactoria. Todo sería cuestión de tiempo.

Y como creo que esta trámite es lo suficiente aburrido como para que se de en dos porciones, os dejo el curso de la narración aquí, para meternos de fondo en las teorías de Lamarck, Darwin y el resto de teorías que actualmente se difunden, que ya serán, con mejor o peor aceptación, teorías evolutivas.
No os lo perdáis, porque este trocito de historia que nos queda será muy sorprendente.

Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)

11 julio, 2006

El pensamiento

Teniendo más o menos bien asentados los conceptos de la evolución podemos hacer una breve incursión sobre porqué nuestro pensamiento es como es y opera como opera. Para ello reconstruiremos las adaptaciones más importantes que han ocurrido en el orden de los Primates (al cual pertenecemos nosotros) y sus causas. Pero no adelantemos acontecimientos, comencemos por el principio.
En el gran árbol de los seres vivos, pertenecemos al reino Animalia, “clase” Mamíferos y orden Primates. Los mamíferos comenzaron a existir a principios del terciario (hace 195 m.a.) descendiendo directamente de los Reptiles (aunque no son del mismo grupo al que pertenecen los Reptiles que por aquel entonces dominaban la superficie terrestre). Fue un grupo que rápidamente sufrió un proceso macroevolutivo de radiación adaptativa, es decir, se diversificó en grupos que ocuparon distintos nichos ecológicos, algunos desconocidos por los animales hasta entonces, especializándose en ellos.
Mares, praderas, montañas, desiertos,… cada grupo se adaptó a un medio distinto y a los Primates nos “tocó” vivir en el bosque (que en algunos lugares llegaba a ser selva) y es en este ambiente donde se diversificó el orden, de hecho es aquí donde aún vive el 99% de sus componentes. Descendientes de pequeños animales similares a las musarañas de hoy día, que eran animales insectívoros del bosque, por esto todavía hoy presentamos algunos rasgos de ellas como son, por ejemplo, los molares en cúspide (que ellas utilizaban para perforar la exocutícula del insecto), los cinco dedos en cada una de las cuatro extremidades o la tendencia comportamental al gregarismo.
En un medio boscoso es un ambiente muy tupido y cerrado, cambiante e inestable en el que se debe de estar prevenido de lo va sucediendo y responder consecuentemente de todo lo que ocurre. Entonces los caracteres que se seleccionaron no fueron los destinados a ser más rápido en carrera ni mejor cazando grandes animales, sino que fueron aquellos que presentaban un factor positivo para la supervivencia. Y estos caracteres son los órganos necesarios que intervienen para aumentar la capacidad de respuesta ante los estímulos.
“Blanco es y la gallina lo pone…”; ¡sí! Es el sistema nervioso, que abarca el encéfalo, médula espinal y otros órganos periféricos como los encargados de la aferencia de información u órganos de los sentidos –cuanta más capacidad perceptiva tenga, de más calidad será la información, mejor el procesamiento y mejor la respuesta-. Las neuronas son las células especializadas capaces de transmitir información mediante impulsos eléctricos y sustancias químicas, se extienden por todo el cuerpo dando el carácter global al sistema.
Parte de esta maraña tupida y compleja de neuronas está alojada en el encéfalo –el cual se aloja dentro del cráneo- y se divide en tres órganos con funciones diferentes: Bulbo raquídeo (intercambia información entre el cuerpo y la cabeza), cerebelo (mantiene las constantes vitales en orden, tales como respiración, termorregulación, homeostasis, hormonas,...) y el cerebro (que relaciona y procesa la información para hacerla más fina y discriminativa).
Además, relacionado directamente con el cerebro tenemos a la médula espina, que recorre nuestro dorso dentro de la columna vertebral y sirve de conexión entre el cuerpo y el encéfalo, además de formar respuestas ante ciertos estímulos –lo que conocemos habitualmente como reflejos-. Junto con el encéfalo forma el sistema nervioso central, el cual elabora respuestas válidas según el estímulo que los órganos de aferencia capten y las lleva a la zona donde debe de hacerse patente la respuesta.

Tras esta pequeña aclaración de anatomía, pasemos a abordar definitoriamente la cuestión que planteemos al inicio de la exposición.
Dentro de los Primates tenemos dos grupos diversamente ecológicos: Los primates inferiores (prosimios) dentro de los cuales se encuentran los lemures (que en latín significa “espíritu nocturno”)–que viven en los árboles y son pequeños cazadores nocturnos- y los primates superiores (antropoides) –cuya vida se desarrolla en el suelo y suelen ser grandes carnívoros, herbívoros u omnívoros relativos (no digieren la celulosa)­­­­­­­-. La diferencia fundamental entre ellos está en el cerebro y los órganos de aferencia, pues el cerebelo y el bulbo son prácticamente iguales.
Para los primeros, los órganos de los sentidos son fundamentales para la supervivencia y es la parte del sistema nervioso que se ha visto más desarrollada porque éste ha sido ventajoso para desarrollarse en el medio; por ello tienen grandes ojos (captan más luz), orejas grandes con muchos pliegues transversales (más superficie, mejor audición), dedos en porra (más células sensitivas). Son animales más vivaces porque en las zonas medias-altas de los árboles el medio está en continuo cambio y es inestable. Las respuestas deben de ser rápidas y seguras. El proceso discriminativo que realiza el cerebro es lento e insuficiente para sus necesidades. Por esta razón, la información recibida no puede pasar por el cerebro (a ahí que no esté muy desarrollado), pues el proceso de respuesta sería lo suficientemente pasivo como para resultar una catástrofe al individuo. La información llega a la médula y de ahí se elabora la respuesta en pares estímulo-respuesta. Son muchas las variables que debe controlar y muchos los movimientos que debe coordinar. (Precisamente en esto basan las autoescuelas su fuente de riqueza, pues para dirigir el concierto de movimientos necesarios para conducir debemos utilizar la médula y para ello necesitamos crear las conexiones neuronales que no tenemos. Un mecanismo racional tendría consecuencias traumáticas para el vehículo porque es demasiado lento)




Este es un aye-aye (Daubentonia madagascariensis), lemur nativo de la selva de Madagascar, con dedo del medio de la mano muy alargado para sacar larvas de insectos, que se encuentran bajo la corteza de los árboles, localizándolas mediante golpes percutores. Su apariencia grotesca y demoníaca ha inspirado multitud de fantasías sobre su origen, pero incluso este tipo de seres vivos tiene su origen en la evolución.

En contraposición, el grupo de primates al que pertenecemos tiene un cerebro más desarrollado porque para vivir a ras de suelo es más eficaz poner en práctica estrategias más elaboradas y complejas. Para esto es necesario el cerebro y ésta es la parte del sistema nervioso más desarrollada en este grupo. Por ejemplo, el único homínido (excepto nosotros) que viven en Japón es el macaco japonés o macaco de cara roja (Macaca fuscata), que vive en montañas nevadas en invierno y con temperaturas mínimas de -15ºC . Para paliar el frío, además de adaptaciones físicas, ha desarrollado un mecanismo etológico precioso: se introduce en charcas de aguas termales, saliendo para realizar sus quehaceres y volviendo cuando baja su temperatura.


En primates superiores, tener un sistema nervioso más complejo significa que ha de desarrolla más interacciones, por lo que el tiempo de estructuración del mismo aumenta. Así el período de lactancia será mayor, además del tiempo de aprendizaje en grupo es superior, reforzándose los lazos sociales, es decir, aprende a comportarse de de forma diferente según jerarquía. Por tanto, cuanto más desarrollado esté el cerebro, más tiempo de aprendizaje social y comportamiento más complejo ¡Y todo esto por el complejo sistema nervioso!

Y el último paso en nuestro camino consiste en diferenciar estructuralmente el cerebro humano del cerebro del resto de primates superiores.
En el ser humano todo el cerebro por lo general está más desarrollado que en el resto de primates y dentro de éstos, de los homínidos. También la capa de materia gris (sustancia formada por los cuerpos neuronales) que se extiende por toda la superficie es más gruesa y más arrugada (más neuronas con más conexiones). Pero la característica más humana del cerebro, la que nos ha permitido desarrollar el pensamiento que tenemos actualmente ha sido la porción anterior prominente. La ventaja que nos confiere esta última característica es un pensamiento más discriminativo y abstracto, hecho que deriva de la manera de actuar del cerebro. En todos los Mamíferos el pensamiento actúa de manera similar, siguiendo las mismas pautas, pero es en el caso del hombre donde el pensamiento es más complejo. Este es el citado mecanismo:
Al cerebro, la información llega traída por el bulbo raquídeo (donde se cruzan los haces neuronales lateralmente). Primero se procesa en la parte occipital (atrás), donde se hacen presentes los órganos de los sentidos (no sentimos con los órganos, sentimos con el cerebro que convierte la información que le llega en estímulos), donde se percibe todo lo que está sucediendo. La corriente nerviosa se difunde por los pliegues de esta zona y hay un momento en que se introduce en uno muy profundo y llega al interior del cuerpo calloso (donde se unen los dos lóbulos). Aquí reside la memoria antigua, donde relacionamos los estímulos actuales con los estímulos que se hicieron presentes en el cerebro con anterioridad, siendo bastante amplio el abanico de intervalos entre ambos sucesos. Seguidamente, la corriente nerviosa se difunde por los pliegues de la corteza cerebral de la zona media -donde está la memoria instantánea-, integrándose toda la información allí. Se combina, pues, todo con lo que se sabe por experiencia anterior y comienza a tenerse percepción de la situación. El pensamiento se hace periférico en un momento concreto y de ahí vuelve a la zona occipital, cerrándose un ciclo que, en el esquema, irá en el sentido contrario al de las agujas del reloj. La corriente nerviosa realiza este recorrido sucesivamente; el pensamiento percibe lo que ha pasado y lo combina cíclicamente hasta que se tiene una percepción completa de lo que ha sucedido. Luego, el pensamiento va resbalando a la región frontal y se va tiñendo de características más abstractas, más humanas (es lo que llamaríamos cariño, afectividad, odio,…); y cada vez más abajo se hace más metafísico, hasta llegar a una cosa que no podemos explicar.


Por ejemplo, si algún día me encontrara con usted y, me reconociera y me dijera “hola, soy su lector” lo primero que intentaría, una vez lo haya visto y oído principalmente, es pensar si le conozco y a partir de la relación que tenga con usted, ya hablaría de una manera u otra; y cuando ambos nos marchemos, me haré preguntas como “¿qué pasará con él dentro de unos años?”, “¿se hará famoso”?, “¿se acordará entonces de mí?”; y para finalizar pensaría “le quiero”, pensaría algo intocable, algo que no se puede ver, solo sentir.
Es causa del amor platónico que todos hemos sufrido alguna vez. Es algo que se sale de lo físico, no se piensa en sexo, es tan superior el pensamiento hacia esa persona. Luego, con el paso de los años, uno va madurando, es más tranquilo y sesudo, piensa dos veces lo que hace, ya no pierde la cabeza.
El cerebro, también, nos infiere cosas que parecen reales, pero que no han ocurrido (ni que decir tiene lo que estamos haciendo yo y usted), el cerebro nos da episodios falsos e independientes, lo que nos da una capacidad sorprendente de futurización y conceptualización. Somos capaces de vivir un millón de vidas y morir un millón de muertes.
El hombre, por experiencia comparada, sabe que va a morir y nadie se lo ha dicho. Lo sabe, se niega a reconocerlo. El hombre toma conciencia de sí mismo, de su trascendencia o intrascendencia.
Se enamora de una persona, de un concepto intangible: nos parece que todo lo que hace, lo hace bien, nos descontrolamos.
Los celos son consecuencia de imaginar las cosas como son, enfocándolas siempre en un mismo sentido.
Antes, en el siglo XIX se hacía una intervención quirúrgica que consistía en seccionar la parte frontal del cerebro (lobotomía frontal) para que el individuo perdiera la agresividad. Éste ni sufría ni tampoco padecía, la parte había dejado de funcionar, no relaciona cosas, pierde el control.



En esa región se encuentran los sentimientos buenos y malos sin separación, así que no resulta raro el comprender conductas como la del famoso Síndrome de Estocolmo.
En definitiva, las áreas anteriores del cerebro nos han capacitado para responder de forma compleja y elaborar estrategias adaptativas a través de la cultura. Esto es lo que le ha hecho ser al hombre y sus antepasados más inmediatos ser como son y vivir a pesar de las adversidades. Le han permitido desde Homo habilis adaptar el medio a él, en vez de adaptarse él al medio. Esta es la herencia que nos dejaron y de la que hoy nos estamos comenzando a alarmarnos.

Para finalizar, lanzar un ejemplo comparativo de hasta dónde puede llegar el pensamiento en otros homínidos: el bonobo, que si a una madre se le muere su hijo, lo tiene en brazos hasta que empieza a oler, no lo acepta, no puede porque eso significaría que también va a morir, que todo se va a terminar.
Por esto lo primero que debemos hacer en cada momento es reírnos, porque estar vivo y alegre es lo mejor que nos puede pasar.


10 julio, 2006

El concepto de Evolución

"Nada tiene sentido en biología si no es bajo el prisma de la evolución". Esta frase enunciada por el prestigioso genético evolucionista Theodosious Dobzhansky resume a la perfección el significado de la palabra más importante que existe en la Biología.
La palabra evolución proviene del latín evolvere, que significa desenrollar: no se crea nada nuevo, simplemente se destapa lo que antes estaba oculto (aunque más tarde desvelaremos que esta definición corresponde a una definición Lamarckiana).
Debida a la gran riqueza en significados que el idioma español encierra podría llevarnos a confusión el término que nos estamos echando a las espaldas, ya que en una multitud de contextos usamos esta palabra: al hablar de una carrera profesional, cambios a consecuencia del desarrollo,... Aunque, naturalmente, ninguna de estas acepciones es válida para hablar de evolución biológica; siempre que hagamos un comentario sobre lo vivo, tenemos que contener la respiración y mordernos la lengua para no decir ninguna auténtica barbaridad. Esto, unido a la complejidad del concepto que nos toca desmantelar, hace la profesión de científico y biólogo en una odisea conceptual donde el más mínimo error de concepto puede llevarnos a la más inerte incongruencia.
Para los que intentamos estudiar la vida, evolución es el cambio de las frecuencias alélicas de una población generación tras generación; o, dicho de maneras más visual, el cambio en las características de las poblaciones de organismos a través del curso de sucesivas generaciones.
Si analizamos las dos definiciones hay dos cosas en común: existe cambio continuo y éste se hace notar en las agrupaciones de individuos de igual especie o poblaciones porque existe una reproducción. De aquí, lo primero que se nos presenta en la mente es que la evolución es una característica inherente a la materia viva.
Como se muestra en la foto, la evolución no es un proceso lineal, sino que el cambio evolutivo hace que, a partir de una población ancestral, puedan surgir nuevas poblaciones con distintas características entre ellas y la primigenia. El resultado de este devenir es consecuencia de la biodiversidad de la que disponemos hoy, y cualquier vestigio de vida anterior podrá ser estudiado a partir de los seres vivos de la actualidad o los restos fósiles del pasado con la misma inferencia independientemente de la información que nos aporten



Entonces a la pregunta de que si el hombre viene del mono (término no taxonómico) debemos contestar que no; lo que ocurre es que ambos comparten un antecesor común.
Aunque no sea tan deductivo, el mecanismo evolutivo se basa en tres puntos: (1) variabilidad heredable de ciertas características, (2) variabilidad de individuos de una misma población en cuanto al éxito reproductor y, (3) la correlación entre ambos tipos de variabilidad. Así, cuando se dan los dos tipos de variabilidad, la correlación entre los mismos determina qué tipo de evolución se produce. Si dicha correlación es nula o muy baja los cambios intergeneracionales se realizarán de forma aleatoria (evolución neutral). Si, por le contrario, es muy alta, el cambio evolutivo se orientará en el sentido de aumentar la eficacia biológica (evolución adaptativa).
Además hay autores que hacen otra clasificación de los procesos causantes del cambio evolutivo. Ellos distinguen entre los procesos que ocurren en una determinada población actual (microevolución) y los procesos que están relacionados con patrones de cambio observados a escala geológica (macroevolución). La controversia existente entre estas dos disciplinas reside en que, según los estudiosos del segundo grupo, los cambios evolutivos a gran escala no se pueden explicar única y exclusivamente a partir de conceptos microevolutivos, cosa que los componentes del primer grupo reclaman. Sea cual sea el bando que tiene razón, es cierto que se producen variaciones de la velocidad con que se producen los cambios (aceleraciones o ralentizaciones) de una historia evolutiva y, por contra, estos ritmos se pueden explicar por cambios bruscos del material genético de un individuo concreto. El debate está servido, pero éste es un tema del que se debería hablar con más calma.
La evolución es sumamente importante, pues gracias a ella La Biología dejó de ser una ciencia eminentemente descriptiva a ser una ciencia con todas las letras, pues gracias a esto, se podía postular, deducir, prever,...
Todos los organismos y sus características son consecuencia de la evolución por lo que su estudio tiene hoy muchas aplicaciones prácticas, que iremos desmembrando con el paso del tiempo; en agricultura, medicina, medioambiente, ganadería,...
Para finalizar, decir que la biología evolutiva es una rama de la biología que, como el resto, se alimenta de las ciencias biológicas y viceversa, que es lo que hace a esta madre ciencia ser crisol de actitudes, que será más eficiente cuando queden olvidados viejos rencores entre las distintas ciencias hermanas.

El concepto de evolución, como hemos visto, es muy importante para comprender todo lo relacionado con la vida de manera correcta. Espero que exista alguna curiosidad en vuestro interior para continuar porque a partir de ahora la dinámica del blog cambiará.

09 julio, 2006

Acomódense

Considérense bienvenidos al mundo, que como tal es cambio.
Siéntanse y comtemplen a su derredor, ¿qué ven?
Cierren los ojos y piensen: ¿volveré a ver lo mismo cuando llegue la hora de abrir los ojos?
Si, en eso que piensan consiste la evolución.
Pero antes de comenzar, me gustaría proponerles otro ejercicio mental.
Para ello han de mirar esta fotografía...


...y hacerse la primera pregunta que les aborde la mente.
Esta cuestión tan trascendental se resuelve con un concepto: evolución; pero como éste es muy amplío devemos de realizar una explicación de tanta magnitud como la causa.
Después de esta aventura podrán dar una inmediata solución para cualquier pregunta que le hagan a la vida y, no me cabe la mejor duda, su corazón les estará por siempre agradecido.

Nota: recomiendo la consecución de esta incursión a todos los excépticos, a los que odian las aclaraciones de los biólogos por aparentar ser triviales y contradictorias, a los que quieren ser ateos y no saben por qué, a los filósofos, a los de mentes estereotipadas, a los enfermos, a los que profesan fe ciega en las ciencias, a los románticos y, por supuesto, a mis queridos