14 agosto, 2006

Lamarck y Darwin

En este relato sobre la historia de las teorías que explican la diversidad de los organismos he creído oportuno separar la historia en las teorías no evolutivas y en las evolutivas propiamente dichas, para hacer un nuevo inciso en el papel que la visión evolucionista (como abordaremos más abajo) ha aportado a la visión humana actual de la realidad.

Lamarck (1744–1824)
Y el primero que se atrevió (pues, como hemos visto, la veracidad de cada nuevo cambio en la forma de pensar que ha dado la ciencia se ha visto perpetrada de manera ultrajante por las dificultades que en el hombre existen para mutar la mentalidad) a postular una teoría evolutiva propiamente dicha, aunque la forma de explicar de sus teoría pueda parecernos hoy por hoy (mas no es de extrañar y, si tienen alguna duda, se quedarán convencidos en breve) obsoleta (que lo es), irreal e incluso (y me permito la licencia) estúpida e infantil fue Jean Batiste de Monet, Caballero de Lamarck. Lo cierto es que supuso un gran avance y quizá por las razones antes aportadas, no le reconozcamos todo el mérito que tiene, pues siempre tendemos a impregnar de nuestra cultura cualquier conocimiento que nos viene a la mente. Pero para comprender esto mejor, hagamos una intrusión en la época de Lamarck.

Lamarck ocupó un alto cargo en el ejército francés durante la Revolución Francesa, pero se marchó de sus filas para dedicarse a su pasión, que no era otra sino el estudio de la vida (por aquel entonces: animales y plantas). De esta forma, estuvo trabajando en el importante Museo de Historia Natural de París ya con 49 años, cuando Cuvier (una eminencia científica de la época) era su director. No obstante, a Lamarck le fue asiganda la cátedra menos importante en que se dividía el museo: la cátedra de gusanos y seres microscópicos, pues era un campo casi virgen en la época; por este motivo tuvo suficiente tiempo como para estudiar otras cosas y entre aquellas intentó dar solución lógica a la pregunta, ¿por qué los seres vivos son como son?
Y para responder esta cuestión dedicó un libro publicado en 1809 (curiosamente, año de nacimiento de C. Darwin) y titulado "Philosophie Zoologique", una obra decisiva para el transcurso de la ciencia y conocida por casi nadie, donde se profundiza el discurso de apertura del curso de zoología que el propio Lamarck dio y lo que le provocó una fuerte enemistad con su jefe Cuvier.
Las tesis lamarckianas que tienen lugar en los documentos antes citados son estas: 1) en todo animal que no ha rebasado su limite de desarrollo, el empleo más frecuente de un órgano fortifica y el desuso termina atrofiándolo y haciéndolo desparecer, 2) cuando en un ser vivo aparece un nuevo órgano es como resultado de una nueva necesidad. Si se usa se mantendrá y si no se usa desaparecerá y 3) Todo lo adquirido o perdido por las influencias del medio se mantiene al reproducirse y pasa por herencia a los descendientes.
Ésta fue la explicación que dio a la pregunta, mas ninguna de estas tesis es cierta (aunque a mí me parezca la forma más intuitiva de explicar la vida, de hecho en el lenguaje de los biólogos, al simplificar complejos problemas, caemos en un lenguaje lamarckiano), el legado más importante que nos dejó Lamarck es que llenó de sentido evolucionista a la anatomía, la zoología y la botánica. Antes de Lamarck las especies se definían y estudiaban por arquetipos, ejemplares únicos que servían de representantes del grupo donde se encuadraba. Lamarck nos da la idea de que la naturaleza no crea ni órdenes ni especies, Solo existen seres vivos que se suceden unos a otros (se vuelve a la idea de continuidad de los griegos). Los seres vivos están sujetos a un perpetuo cambio, por esta razón los seres vivos no son iguales, porque el medio en que viven y se desarrollan es distinto y, en consecuencia, sus adaptaciones serán también diferentes.
Otro rasgo importante encuadrado en el contexto de Lamarck es que en su época, tuvo lugar el arranque del movimiento enciclopedista, es decir, se vio la necesidad -ante la gran cantidad de conocimientos que existían- de reunirlos todos de una sola obra. Y Lamarck interviene en este movimiento dando explicación lógica a todo éste. Haciendo una analogía: se tenían los ladrillos colocados unos sobre otros en su justo orden, pero para que la casa se mantuviera en pie y fuera habitable era necesario el hecho de darle cohesión y relación a todo.
Haciendo un breve ejemplo: si Lamarck se propusiera explicar el tema de los terceros molares (o muelas del juicio) diría que la reducción de la misma sería debida a un progresivo desuso por el emblandecimiento de la dieta del hombre actual en relación con la de sus predecesores. Luego veremos que esto hoy no se explica así, que las teorías de Lamarck, aún siendo todo lo lógicas que son, no explican los fenómenos que ocurren en la naturaleza de manera veraz.

Darwin (1809-1882)
Podemos decir sin mordernos mucho la lengua que Charles Robert Darwin es el personaje más prototípico el siglo diecinueve y el más influyente de los dos últimos siglos. Nos dio una manera diferente de ver el mundo que tenemos hoy.
Darwin nace en Shrewsbury, un pequeño pueblecito de Inglaterra, hijo y nieto de médicos, siendo en miembro más notable de estos su abuelo Erasmus Darwin, célebre médico y poeta del siglo dieciocho, y precursor de sus teorías al que su nieto nunca llegó a conocer. Su obre más relevante donde trata estos temas se titula "Zoonomia", muestra de las tendencias liberales e ilustres que seguía.
La familia con que se crió Darwin pertenecía a la burguesía, que por aquella época se instalaba en el campo, cosa que sirvió a Darwin para familiarizarse pronto con la naturaleza. La época de su nacimiento coincidió con la época en que Napoleón había conquistado gran paste de Europa (excepto Rusia e Inglaterra), era una época de revuelo y de cambio en occidente. Inglaterra decapita a su rey, los reyes sólo reinan, no gobiernan, el parlamento dirige el país. Cambia todo el panorama social.
Su madre, Sussannh Wedywood, murió cuando tenía 8 años y su hermana (de 6 hermanos, 4 eran mujeres), asumió la tarea de educarlo. Al ver su temprano interés por el campo y la Historia Natural (especialmente la Entomología), su padre, Robert Waring Darwin, decidió llevar lo a estudiar medicina, pero a los dos años, al ver que ésta no era su afición, ingresó en la Universidad de Cambrige, donde estudió Teología, y fue aquí donde fue alumno de un botánico que mostró interés por él y su gusto por la naturaleza. Y fue precisamente gracias a éste hombre, quien le recomendó y le animó a embarcarse en el "Beagle" (en español, sabueso), buque de la marina de guerra inglesa cuyo propósito era recoger muestras de plantas y animales de todo el mundo, aprovechando el éxito boyante de los Museos de la Naturaleza.
Así el diciembre de 1831 (cuando Darwin tenía solo 22 años) zarpó el susodicho barco de las costas de Inglaterra, con Darwin abordo como naturalista jefe, es decir, era quien decidía el destino y los lugares a visitar, sin que nadie opusiera resistencia a sus palabras. Pero, ¿qué llevó a dar al joven Darwin este cargo de tanta relevancia? En verdad, era extraño que un buque de guerra capitaneado por el militar Fitz Roig para viajar por todo el hemisferio sur en misión científica. Los políticos nunca han regalado nada a los científicos sin obtener un beneficio a cambio, ¿qué sucedió entonces?
Aquel tiempo en el sur de América, fue época en que surge un movimiento independentista en las colonias españolas y ante la debilidad de España para solventar el problema, Inglaterra se interesó por esta situación y comenzó a espiar en la zona: esta era la verdadera pretensión del Beagle en esa zona, ante la creciente demanda de recursos y fábricas que la explosión industrial requería. Y, para ello, Darwin encajaba en el prototipo de persona adecuada para ser manipulada, joven entusiasmado por la naturaleza (dicho interés le cegó para darse cuenta que en verdad estaba siendo utilizado con fines muy distintos por los que él creía que entraba en la expedición) y religioso (cosa que requería el capitán, a quien adoró en un principio y luego detestó al final de la travesía).
Y esto es tan cierto como que a la llegada del Beagle a tierras británica, muchos fueron los barcos que partieron rumbo a las tierras que se estaban descolonizando, protagonizando épicos duelos (aunque poco comparables a los que nos dejó antaño Don Blas de Lezo contra la armada invencible inglesa).
A pesar de todo ello, Darwin moriría sin conocer esta verdad, pero lo importante para nosotros es que este viaje marcó de manera decisiva su vida, la historia de la ciencia y la sociedad.

El tiempo que transcurre desde la vuelta del buque (octubre de 1836) hasta la publicación de la teoría de la selección natural lo invierte Darwin en asentar su vida y sus teorías. De regreso en su patria publica Viaje de un naturalista y comienza (en julio de 1837) a tomar notas sobre la transmutación de las especies, impresionado por alguna de sus observaciones en el viaje (especialmente la tremenda similitud entre los fósiles de América del Sur y algunos organismos actuales y la tremenda fauna de las Islas Galápagos). Fue reuniendo datos sobre la formación de razas de plantas domésticas (no olvidemos que en esta época era patente la generación artificial de razas por selección, de hecho, de entonces provienen la mitad de razas de perro que existen), y observó enseguida que la selección era clave de los triunfos del hombre, pero quedaba aún vedada la explicación de la selección en medio natural.
Pero no tardarían sus dudas en ser desveladas, porque en 1938 leyó el Ensayo sobre la población de Malthus, y, convencido de la lucha por la existencia en el medio natural, se le ocurrió que las variaciones favorables tenderían a conservarse, mientras que las desfavorables, a ser destruidas; con lo cual tuvo una teoría completa con la cual trabajar. Por entonces nadie sabia leer el pensamiento, pero si alguien lo hubiera hacho con Darwin y lo hubiera escrito, hubiera resultado algo así: “…todos lo seres luchan para sobrevivir y el de mejores condiciones sobrevivirá, los otros se quedarán. Como de cada especie nacen más individuos de los que pueden sobrevivir y como, consecuentemente, existe una lucha constante por la existencia, se deduce que, cualquier ser, si se modifica, aunque sea ligeramente, de alguan manera ventajosa para sí mismo, tendrá una mayor probabilidad de sobrevivir y de éste modo es seleccionado naturalmente. Así, al igual que se obtienen resultados favorables con la selección artificial, también existe una selección natural, gracias a la cual las variaciones individuales útiles, pueden transmitirse y perpetuarse…”.
Esta fue la maravillosa conclusión a la que llegó Darwin, pero era persona y siguió viviendo, de hecho, al año siguiente se casó, escribió Estructura y distribución de los arrecifes de coral, y luego (1842) fijo su residencia en Down –un pueblecito cercano a Londres–, de donde a pernas salió un puñado de veces y vivió hasta su muerte; disfrutando de su posición desahogada y haciendo una vida tranquila, rodeado de su mujer y sus numerosos hijos, además de mirando por su siempre delicada salud.
Ahí fue donde estuvo reuniendo datos relacionados con su teoría y escribió un ensayo extenso sobre ella. También su prestigio llegó a tales cotas que estuvo en correspondencia científica con Hooker y otros notables naturalistas.
Pero fue bajo la insistencia de Lyell, célebre geólogo y amigo, cuando en 1856 se dispuso a escribir un tratado más extenso y exhaustivo, y estando ya hacia la mitad de su labor recibió e A. R. Wallace (1823-1913), que estaba de viaje en las islas Malucas, un manuscrito, con encargo de que lo leyese, diese su opinión y lo transmitiese a Lyell. Quedó Darwin tan impresionado al ver que Wallace –influido también por la lectura del libro de Malthus– exponía levemente en su manuscrito la misma teoría de la selección natural.
(Curiosidades de la ciencia, ¡habían llegado a la misma conclusión! Pero el, por aquel entonces, joven Wallace (aunque pasó a la historia como co-padre de la teoría de la selección natural), nunca alcanzó la relevacia de Darwin porque delegó en éste la responsabilidad de darle a la teoría los máximos alcance y consecuencias, pues tenía seguro que el genio de Darwin sería mejor que el suyo para tal trabajo. Además, a pesar de todo, nunca pudo olvidarse de Dios para explicar la vida, pues su fe le obligaba a admitir que la vida tuvo sus inicios en lo divino.)
Así sucedió que Darwin entregó el manuscrito a Lyell y éste envió a la Linnean Society de Londres el ensayo de Wallace junto con un extracto de la obra de Darwin, siendo publicados en su Journal ambos trabajos como un mismo artículo.
Cuando Darwin ve la magnitud de sus primeras reacciones que suscita su trabajo, se asusta. Su gran amigo Huxley (nieto del autor de Un mundo feliz, el cual de paso recomiendo) será quien dé la cara por él desde entonces. No crean que exagero, fue tan gorda la que se armó en Londres (primero), Inglaterra y el resto de Europa (después) que cualquier aula magna se quedaba chica para alojar a gente que quería oír sobre ello (y que me aspen si ahora algún aula magna se llena para otra cosa que no sea la proyección de una película o para alojar algún concurso). En ocasiones todo quedaba abarrotado que los conserjes transmitían lo que decían los expertos, una locura colectiva se desató y de qué forma.
Darwin, aconsejado por Lyell y Hooker (y presionado por Huxley), se ocupó inmediatamente de escribir la que iba a ser su primera obra maestra y el primer best seller, y el 24 de noviembre de 1858 se puso a la venta EL ORIGEN DE LAS ESPECIES, quedando agotada una primera edición de 1.250 ejemplares ese mismo día.
Y a mí no me extraña lo que aconteció si hacemos un inciso en el contexto social, nos damos cuenta de que hablar del siglo dieciocho es hablar de máquinas de vapor, de cambios en la sociedad, en la política, en la manera de vivir del pueblo. Es el siglo donde se consagra la ciudad industrial que conocemos, es la base de la sociedad de hay día, el dinero pone a cada uno en su sitio. Se hacina proletariado en condiciones infrahumanas, con horarios exhaustivos e interminables, mientras los capitalistas son los dueños de las grandes fábricas y los que ganan muchísimo dinero a costa de los otros. Los burgueses (grupo al que perteneció la familia de Darwin) viven en el campo de forma desahogada, son los más progresistas, mientras que los agricultores y ganaderos tienen que trabajar para alimentar a los que viven en las ciudades.
En el tiempo en que se dio a conocer la teoría de Darwin y Wallace, andaban por ahí los señores Karl Marx (1818-1883) y Friederich Engels (1820-1895), quienes publicaron el Manifiesto Comunista en 1848 –aquí está el quid de la cuestión y lo entenderán en breve–. ¡Qué intersección de caminos! ¡Quién no revolucione, que se vaya! Y es que nuestro amigo Darwin ni se imaginaba lo que con el tiempo sucedería. Alguien (o algunos) había utilizado sus tesis para otro fin que no era la vida. ¡Sí, vuélvanse locos! Y es que los que defendían al proletariado decían que el poder lo tiene el que trabaja, porque sin trabajo no hay nada, es decir, los trabajadores son los más adaptados, los capitalistas deben de irse. ¡Ah!, pero los capitalistas decían que como ellos eran los que tenían el dinero necesario para montar las industrias (para que me entiendan, que eran más “listos”) eran los mejor adaptados, debían de vivir mejor que los menos adaptados.
Créanme, la teoría de Darwin y Wallace se convierte en una teoría social que justifica las desigualdades en una sociedad industrial, es el cemento que da cohesión a la sociedad capitalista. La teoría darviniana fue adoptada por las ciencias sociales y sus conceptos y vocabulario forman parte de la concepción actual del mundo en los países industrializados. Así, por ejemplo el término “competitividad” como superviviencia en la carrera para llegar a los puestos más altos se hace patente cuando usamos términos tan comunes como selectividad u oposición. Esto es lo más fascinante que nos ha dado la biología (aunque huelo que en la próxima mitad de siglo volverá a dar otro vuelco a la historia) hasta el momento. Darwin crea una nueva forma de pensar, ni Einstein (sin subestimar sus infinitos logros ni la tecnología existirían, es el personaje más influyente de los últimos dos siglos.
No obstante, ¿quiere decir todo esto que esta teoría es cierta? No, la teoría de Darwin responde a nuestra sociedad, cuando cambie la sociedad, cambie la visión, cambiará la teoría que explique la sociedad. Por este motivo, en España el darwinismo no interesó hasta los años 1960 (¡un siglo después!), pues en una sociedad rural, los roles sociales no se explican de esta forma.
Y este era la fuente de la que manaban todas las preocupaciones de Darwin, pues éste se enclaustró en su casa y no salió de ahí más de tres veces (y pueden imaginarse para qué). Mas no es necesario hacer quinielas para pensar lo que la iglesia anglicana (más extremista que la católica) pensaba con la teoría de Darwin en la calle; de alguna manera todo su poder e influencia estaban siendo atacados y debían de derribar la teoría para seguir adelante, pues la teoría es tan fuerte que la Iglesia no podría poner ninguna traba, por muy elegante que esté formulada, que fuera seria; cosa que convulsionó todo el panorama social más aún, afligiendo más al asustadizo Darwin.
Y con este fin, en junio de 1860 se celebra la asamblea de la British Association en Oxford (Darwin estudió teología en la rival), donde el clero decide plantar batalla a la teoría de la evolución; es muy peligrosa y se decide ridiculizarla (aunque para ello se necesiten ridiculeces). Darwin no acudió a la llamada, ya lo sabemos, pero en su nombre mandó a su amigo Huxley (amigo que siempre defendió a Darwin y puso su cara al servicio de él desde entonces) para defender la teoría. En un momento del debate, el Obispo de Oxford dice: “Señor Huxley, quiero saber si pretende ser descendiente de los monos por parte de su abuela o por parte de su abuelo”. A lo que Huxley respondió: “Desde luego, prefiero desdendes de un mono que de un hombre que protituye los dones de la cultura y la elocuencia al servicio del prejuicio y de la falsedad”. Y el obispo no sabe qué hacer, con cosas como esta la Iglesia anglicana deja de meterse, a medias, en la ciencia; la ciencia trabaja a su manera. Fue, sin duda otra mejora que consiguió la teoría para la ciencia.
Pero no dejaron del todo de ridiculizar la teoría, y sus medios fueron la prensa sobre todo. Por esto salían a la luz caricaturas del propio Darwin como las que vemos abajo, aunque se basan en tergiversaciones de la teoría.

Caricatura donde se muestran las tergivesaciones más clásica. Darwin nunca dijo que: todos los ragos son absolutamente mejores que otros (hay que considerara el valor adaptativo), todas las especies proceden de otras (no proceden, tienen descendientes comunes) y la evolución es un proceso de mejora que finaliza en el hombre (la naturaleza no mejora, adapta).


A pesar de todo, Darwin siempre tuvo un quebradero de cabeza con su teoría: todos los individuos eran diferentes unos a otros, pero de dónde procede sea ingente variabilidad sin la cual la evolución por selección natural en es imposible. La respuesta vendría casi un siglo después con el desarrollo de la genética –cuyo padre es Gregor Mendel (1822-1884)–. Se sabe que en la biblioteca de Darwin había un libro de él, pero el cual (podemos suponer) nunca leyó.
Además, el libro sirve de base para ideas y ramas de la ciencia a penas inexistentes. También Darwin aporta otro nuevo concepto a la biología que es la selección sexual, que es la competencia de los individuos de un sexo para parearse con los individuos del contrario, bien para luchar o para atraer la atención de estas. Esto explica, por ejemplo, por qué un pavo real macho es tan exuberante o porqué los ciervos machos tienen astas que mudan en cada temporada de cría. Ya hablaremos largo y tendido de esto.
Darwin siguió escribiendo libros documentadísimos y de gran rigor científico además de modificar su gran obra hasta la sexta edición para defenderse de las críticas de las que fue avasallado. Y entre estos libros está El origen del hombre (1871), donde además de dar otra vuelta de tuerca a la selección natural, aporta pruebas a la selección sexual.
Y aquí termina la lección de historia de hoy, con el pobre Darwin, muerto el 19 de abril de 1882, sepultado con los grandes señores e ilustres ingleses, en la abadía de Westminster (por favor, no piensen en libros), a unos pasos de Newton.
Y es Darwin quien da el empujón definitivo a la evolución y la convierte en algo parecido a lo que conocemos hoy. Hizo a la biología más ciencia, con más peso.
Parece mentira que no le reconozcamos por ello, pero Darwin nos formó como somos, moldeó nuestro pensamiento y gracias a él podemos asomarnos a nuestro balcón y hablar de una manera libre.

He decidido terminar aquí el segundo fragmento y terminar con la visión que tiene en el último siglo la biología y la evolución en concreto, pues creo que en estos dos últimos siglos los biólogos pueden estar ociosos por hacer hecho la vida una ciencia.



Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)

12 agosto, 2006

Teorías sobre la diversidad de los seres vivos hasta el siglo XVIII

No existe hoy por hoy ninguna duda –entre todo aquel que apele al sentido común en sus razonamientos– acerca de que la gran diversidad de la vida de la que gozamos hoy y de la que –así lo espero yo– gozarán nuestros hijos se ha producido a partir de un solo ancestro inicial de tamaño microscópico cuyos descendientes han sufrido cambios y de manera distinta hasta conformar el amplio espectro de biodiversidad que podemos encontrarnos, por ejemplo, dando un paseo por el campo. (Y que no le quepa la menor duda al escéptico que aquí daremos, en sucesivas entregas, razones que así lo corroboran)
Pero esto no siempre ha sido así. En el devenir de la ciencia –como tantas y tantas veces ha ocurrido– ha sido tortuoso y modificado. Por esta razón y, una vez aprehendido qué es la evolución, haremos una retrospectiva sobre las diversas explicaciones al origen de los seres vivos.
Es propio del ser humano el pensamiento complejo (recuerden) y la razón (aunque no es característica de la humanidad, no se equivoquen) y, seguramente, desde tiempo más remotos a los que tenemos evidencias contundentes, el hombre se ha preguntado sobre el origen de la vida.

Antes de la Ilustración
En los albores de la humanidad, todo aquello que no se podía explicar de manera razonada, se hacía (y debía hacerse, pues siempre hemos sido muy inquietos para estas cosas) utilizando la intermedición de fuerzas místicas y sobrenaturales; y la cuestión que ahora nos planteamos, no iba a ser mucho. Pero si dejamos atrás las cosmogonías precientíficas de estas épocas, llegamos –como casi siempre– al siglo séptimo antes de nuestra era en la Grecia Antigua, donde los filósofos acuñaron teorías muy originales sobre le origen de la vida que se caracterizan por desdeificar su surgimiento y prescindir de cualquier fin o diseño para explicarlo. Estos filósofos fueron los primeros en dar razones de los fenómenos naturales apelando únicamente a lo natural. Aunque hoy día las teorías de filósofos presocráticos como Tales de Mileto, Anaximandro, Empedocles o Demócrito puedan parecernos un elenco de simplezas e ingenuidades; su importancia radica en revolucionar por primera vez la ciencia y rechazar lo sobrenatural para explicar lo que le abarcaba. Aunque estuvieron obsesionados con el origen del universo, la Tierra, la vida, los animales y el ser humano, no prestaron atención a los cambios subsiguientes y a una posible evolución. Fue en esta época cuando se dejaron ver por primera vez las bases para un pensamiento evolucionista, como tiempo ilimitado, generación espontánea, cambios ambientales y ontogénicos del individuo. Pero fue el único momento de las dos primeras grandes etapas de la historia donde se indujo este pensamiento.
Luego, a partir de Parménides y Pitágoras, todo comenzó a moverse gradualmente hacia la metafísica pura y la influencia de las matemáticas. Esta tendencia llevó a un desarrollo de las ideas inmutables y subyacentes a los fenómenos naturales (algo totalmente incompatible con los conceptos de variación o cambio evolucionistas). Para más inri, estos concepto adquirieron más relevancia a través de la figura de Platón con el antes nombrado esencialismo, el concepto de cosmos vivo y armónico, el concepto de demiurgo en vez de la generación espontánea y los principios incorpóreos o el alma.
Seguidamente, Aristóteles, el primer gran naturalista, asentó bases para el razonamiento evolucionista hacerse eco de la escala de diversidad que existía, además de advertir sobre la adaptación –causa final de lo vivo–; pero rasgos irreconciliables de su filosofía como la constancia y la eterna mutabilidad de las especies sin atribuir origen de ningún tipo hicieron fracasar cualquier atisbo se la verdad que llegó a oler.
Y bajo estas dos influencias fundamentales, el período clásico terminó con los filósofos sumidos en la obsesión de la eternidad inmutable o un cambio cíclico perpetuo, debido a su esencialismo.
Tras la caída del Imperio Romano, una nueva ideología, el Cristianismo, se apoderó del pensamiento occidental; suprimiendo la libertad de pensamiento anterior e imponiendo el dogma bíblico, el cual no dejaba entender el cambio. Al principio de la Edad Media permitió una cierta especulación por falta de amenazas ideológicas serias (san Agustín y su reinterpretación de la creación). Pero pronto el cuerpo dogmático se endureció y llevó a este período a un estancamiento intelectual deprimente. La reforma protestante posterior fue un retroceso frente a ideas de filósofos y empiricistas ingleses opuestas al esencialismo platónico (tales como Francis Bacon) al reforzar la autoridad de la Biblia. Curiosamente, la llamada revolución científica de los siglos dieciséis y diecisiete, un movimiento confinado casi a las ciencias físicas, no indujo ningún cambio en el creacionismo imperante. Así todos los físicos y matemáticos de entonces (Boyle, Descartes, Pascal, Newton) creían en un dios impersonal y eran creacionistas estrictos. Más aún, su concepto de un mundo creado una vez y mantenido por leyes universales era totalmente incompatible con cambios históricos.
Aún así dicha revolución científica, al enfatizar la necesidad de un tratamiento racional de los fenómenos naturales, hizo que cada vez fueran más inaceptables las explicaciones sobrenaturales. Hubo tres hechos fundamentales que ayudaron a socavar las bases de la ideología imperante y preparar el terreno para la teoría evolutiva: 1) la creciente percepción de la infinidad del espacio a causa de los avances en astronomía y la consecuente aproximación del carácter infinito del tiempo; 2) la comprensión por la nueva ciencia de la geología como Thomas Burnet o John Woodward de que la tierra había estado sometida en el pasado a profundos cambios y que su edad era inmensa en relación con lo que se creía; y 3) el descubrimiento de faunas y floras raras y muy diversas durante los viajes de navegantes europeos, y sobre todo el estudio de los fósiles pusieron en boga la realidad del relato bíblico. El descubrimiento de fósiles de organismos extintos y la asociación de ellos a una estratigrafía llevo a Robert Hooke y a Steno a la conclusión de que en estratos más profundo existían fósiles más antiguos que en estratos superiores; por lo cual existía una secuencia temporal y se atisbaba una historia de la vida sobre la tierra desde un origen remoto.

Durante la Ilustración
El siglo dieciocho fue definitivo para la historia de las teorías evolutivas, pues el concepto de evolución estuvo inmerso en los cerebros más destacados. Este período coincide con un período de fuertes cambios sociales que tienen su cenit con la revolución francesa (1789). La debilidad en las ciencias naturales de la creencia en un mundo estable se correspondió con le mundo de las ideas políticas, con el cuestionamiento radical del feudalismo y las dinastías de derecho divino. Así, el concepto de progreso se hace dominante en los escritos de los pensadores de la Ilustración.
¿Significa esto que la idea de progreso en las ciencias naturales vino inspirada de con la idea ilustrada de progreso? La idea de progreso, como hemos dicho arriba, es muy antigua, y hubo muchos ilustrados que no adoptaron filosófico-político de progreso en una teoría científica sobre la evolución. Y es que progreso puede definirse como un desarrollo de potencialidades inmanentes sin cambios de esencias dirigidos a la percepción (como defendía Leibniz), concepto algo reñido con las evidencias naturales como la regresión y extinción de grupos de seres vivos. Se recuperó el concepto de la Scala Naturae de Aristóteles por los escolásticos, el cual fue y sigue siendo un lastre para la comprensión real de los procesos evolutivos, pues nada está más alejado de la realidad para ilustrar el concepto de evolución biológica el típico esquema de una serie de organismos (que fue usado para caricaturizar de forma errónea la teoría de Darwin como veremos en la próxima entrega), saliendo unos de otros, de más simples a más complejos, que podemos encontrar en los libros escolares(esto demuestra, una vez más, que ciertos divulgadores llevan algún siglo que otro de retraso en la comprensión de los hechos naturales).
No obstante, sí que hubo pequeños atisbos de ideas evolutivas en Maupertuis (origen de los organismos por la generación espontánea continuada de nuevas formas de entre las cuales las defectuosas eran eliminadas), Bufón (abordó los principales problemas de le teoría evolutiva, aunque su concepción de especie como algo inmutable le impidió abrazar la teoría; aunque fue importantísimo porque inició la disciplina de anatomía comparada, la biogeografía, lo que indujo la aceptación de una escala temporal altísima. Además enfatizó sobre la relación ecológica de especies y adaptación) y Linneo (clasificación de flora y fauna).
Pero todavía existían preguntas sin respuesta como el origen de la diversidad y su organización aparente y la fascinante adaptación de los organismos a su medio; hechos que ni el creacionismo podía dar solución satisfactoria. Todo sería cuestión de tiempo.

Y como creo que esta trámite es lo suficiente aburrido como para que se de en dos porciones, os dejo el curso de la narración aquí, para meternos de fondo en las teorías de Lamarck, Darwin y el resto de teorías que actualmente se difunden, que ya serán, con mejor o peor aceptación, teorías evolutivas.
No os lo perdáis, porque este trocito de historia que nos queda será muy sorprendente.

Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)