Teniendo más o menos bien asentados los conceptos de la evolución podemos hacer una breve incursión sobre porqué nuestro pensamiento es como es y opera como opera. Para ello reconstruiremos las adaptaciones más importantes que han ocurrido en el orden de los Primates (al cual pertenecemos nosotros) y sus causas. Pero no adelantemos acontecimientos, comencemos por el principio.
En el gran árbol de los seres vivos, pertenecemos al reino Animalia, “clase” Mamíferos y orden Primates. Los mamíferos comenzaron a existir a principios del terciario (hace 195 m.a.) descendiendo directamente de los Reptiles (aunque no son del mismo grupo al que pertenecen los Reptiles que por aquel entonces dominaban la superficie terrestre). Fue un grupo que rápidamente sufrió un proceso macroevolutivo de radiación adaptativa, es decir, se diversificó en grupos que ocuparon distintos nichos ecológicos, algunos desconocidos por los animales hasta entonces, especializándose en ellos.
Mares, praderas, montañas, desiertos,… cada grupo se adaptó a un medio distinto y a los Primates nos “tocó” vivir en el bosque (que en algunos lugares llegaba a ser selva) y es en este ambiente donde se diversificó el orden, de hecho es aquí donde aún vive el 99% de sus componentes. Descendientes de pequeños animales similares a las musarañas de hoy día, que eran animales insectívoros del bosque, por esto todavía hoy presentamos algunos rasgos de ellas como son, por ejemplo, los molares en cúspide (que ellas utilizaban para perforar la exocutícula del insecto), los cinco dedos en cada una de las cuatro extremidades o la tendencia comportamental al gregarismo.
En un medio boscoso es un ambiente muy tupido y cerrado, cambiante e inestable en el que se debe de estar prevenido de lo va sucediendo y responder consecuentemente de todo lo que ocurre. Entonces los caracteres que se seleccionaron no fueron los destinados a ser más rápido en carrera ni mejor cazando grandes animales, sino que fueron aquellos que presentaban un factor positivo para la supervivencia. Y estos caracteres son los órganos necesarios que intervienen para aumentar la capacidad de respuesta ante los estímulos.
“Blanco es y la gallina lo pone…”; ¡sí! Es el sistema nervioso, que abarca el encéfalo, médula espinal y otros órganos periféricos como los encargados de la aferencia de información u órganos de los sentidos –cuanta más capacidad perceptiva tenga, de más calidad será la información, mejor el procesamiento y mejor la respuesta-. Las neuronas son las células especializadas capaces de transmitir información mediante impulsos eléctricos y sustancias químicas, se extienden por todo el cuerpo dando el carácter global al sistema.
Parte de esta maraña tupida y compleja de neuronas está alojada en el encéfalo –el cual se aloja dentro del cráneo- y se divide en tres órganos con funciones diferentes: Bulbo raquídeo (intercambia información entre el cuerpo y la cabeza), cerebelo (mantiene las constantes vitales en orden, tales como respiración, termorregulación, homeostasis, hormonas,...) y el cerebro (que relaciona y procesa la información para hacerla más fina y discriminativa).
Además, relacionado directamente con el cerebro tenemos a la médula espina, que recorre nuestro dorso dentro de la columna vertebral y sirve de conexión entre el cuerpo y el encéfalo, además de formar respuestas ante ciertos estímulos –lo que conocemos habitualmente como reflejos-. Junto con el encéfalo forma el sistema nervioso central, el cual elabora respuestas válidas según el estímulo que los órganos de aferencia capten y las lleva a la zona donde debe de hacerse patente la respuesta.
Tras esta pequeña aclaración de anatomía, pasemos a abordar definitoriamente la cuestión que planteemos al inicio de la exposición.
Dentro de los Primates tenemos dos grupos diversamente ecológicos: Los primates inferiores (prosimios) dentro de los cuales se encuentran los lemures (que en latín significa “espíritu nocturno”)–que viven en los árboles y son pequeños cazadores nocturnos- y los primates superiores (antropoides) –cuya vida se desarrolla en el suelo y suelen ser grandes carnívoros, herbívoros u omnívoros relativos (no digieren la celulosa)-. La diferencia fundamental entre ellos está en el cerebro y los órganos de aferencia, pues el cerebelo y el bulbo son prácticamente iguales.
Para los primeros, los órganos de los sentidos son fundamentales para la supervivencia y es la parte del sistema nervioso que se ha visto más desarrollada porque éste ha sido ventajoso para desarrollarse en el medio; por ello tienen grandes ojos (captan más luz), orejas grandes con muchos pliegues transversales (más superficie, mejor audición), dedos en porra (más células sensitivas). Son animales más vivaces porque en las zonas medias-altas de los árboles el medio está en continuo cambio y es inestable. Las respuestas deben de ser rápidas y seguras. El proceso discriminativo que realiza el cerebro es lento e insuficiente para sus necesidades. Por esta razón, la información recibida no puede pasar por el cerebro (a ahí que no esté muy desarrollado), pues el proceso de respuesta sería lo suficientemente pasivo como para resultar una catástrofe al individuo. La información llega a la médula y de ahí se elabora la respuesta en pares estímulo-respuesta. Son muchas las variables que debe controlar y muchos los movimientos que debe coordinar. (Precisamente en esto basan las autoescuelas su fuente de riqueza, pues para dirigir el concierto de movimientos necesarios para conducir debemos utilizar la médula y para ello necesitamos crear las conexiones neuronales que no tenemos. Un mecanismo racional tendría consecuencias traumáticas para el vehículo porque es demasiado lento)
Este es un aye-aye (Daubentonia madagascariensis), lemur nativo de la selva de Madagascar, con dedo del medio de la mano muy alargado para sacar larvas de insectos, que se encuentran bajo la corteza de los árboles, localizándolas mediante golpes percutores. Su apariencia grotesca y demoníaca ha inspirado multitud de fantasías sobre su origen, pero incluso este tipo de seres vivos tiene su origen en la evolución.
En contraposición, el grupo de primates al que pertenecemos tiene un cerebro más desarrollado porque para vivir a ras de suelo es más eficaz poner en práctica estrategias más elaboradas y complejas. Para esto es necesario el cerebro y ésta es la parte del sistema nervioso más desarrollada en este grupo. Por ejemplo, el único homínido (excepto nosotros) que viven en Japón es el macaco japonés o macaco de cara roja (Macaca fuscata), que vive en montañas nevadas en invierno y con temperaturas mínimas de -15ºC . Para paliar el frío, además de adaptaciones físicas, ha desarrollado un mecanismo etológico precioso: se introduce en charcas de aguas termales, saliendo para realizar sus quehaceres y volviendo cuando baja su temperatura.
En primates superiores, tener un sistema nervioso más complejo significa que ha de desarrolla más interacciones, por lo que el tiempo de estructuración del mismo aumenta. Así el período de lactancia será mayor, además del tiempo de aprendizaje en grupo es superior, reforzándose los lazos sociales, es decir, aprende a comportarse de de forma diferente según jerarquía. Por tanto, cuanto más desarrollado esté el cerebro, más tiempo de aprendizaje social y comportamiento más complejo ¡Y todo esto por el complejo sistema nervioso!
Y el último paso en nuestro camino consiste en diferenciar estructuralmente el cerebro humano del cerebro del resto de primates superiores.
En el ser humano todo el cerebro por lo general está más desarrollado que en el resto de primates y dentro de éstos, de los homínidos. También la capa de materia gris (sustancia formada por los cuerpos neuronales) que se extiende por toda la superficie es más gruesa y más arrugada (más neuronas con más conexiones). Pero la característica más humana del cerebro, la que nos ha permitido desarrollar el pensamiento que tenemos actualmente ha sido la porción anterior prominente. La ventaja que nos confiere esta última característica es un pensamiento más discriminativo y abstracto, hecho que deriva de la manera de actuar del cerebro. En todos los Mamíferos el pensamiento actúa de manera similar, siguiendo las mismas pautas, pero es en el caso del hombre donde el pensamiento es más complejo. Este es el citado mecanismo:
Al cerebro, la información llega traída por el bulbo raquídeo (donde se cruzan los haces neuronales lateralmente). Primero se procesa en la parte occipital (atrás), donde se hacen presentes los órganos de los sentidos (no sentimos con los órganos, sentimos con el cerebro que convierte la información que le llega en estímulos), donde se percibe todo lo que está sucediendo. La corriente nerviosa se difunde por los pliegues de esta zona y hay un momento en que se introduce en uno muy profundo y llega al interior del cuerpo calloso (donde se unen los dos lóbulos). Aquí reside la memoria antigua, donde relacionamos los estímulos actuales con los estímulos que se hicieron presentes en el cerebro con anterioridad, siendo bastante amplio el abanico de intervalos entre ambos sucesos. Seguidamente, la corriente nerviosa se difunde por los pliegues de la corteza cerebral de la zona media -donde está la memoria instantánea-, integrándose toda la información allí. Se combina, pues, todo con lo que se sabe por experiencia anterior y comienza a tenerse percepción de la situación. El pensamiento se hace periférico en un momento concreto y de ahí vuelve a la zona occipital, cerrándose un ciclo que, en el esquema, irá en el sentido contrario al de las agujas del reloj. La corriente nerviosa realiza este recorrido sucesivamente; el pensamiento percibe lo que ha pasado y lo combina cíclicamente hasta que se tiene una percepción completa de lo que ha sucedido. Luego, el pensamiento va resbalando a la región frontal y se va tiñendo de características más abstractas, más humanas (es lo que llamaríamos cariño, afectividad, odio,…); y cada vez más abajo se hace más metafísico, hasta llegar a una cosa que no podemos explicar.
Por ejemplo, si algún día me encontrara con usted y, me reconociera y me dijera “hola, soy su lector” lo primero que intentaría, una vez lo haya visto y oído principalmente, es pensar si le conozco y a partir de la relación que tenga con usted, ya hablaría de una manera u otra; y cuando ambos nos marchemos, me haré preguntas como “¿qué pasará con él dentro de unos años?”, “¿se hará famoso”?, “¿se acordará entonces de mí?”; y para finalizar pensaría “le quiero”, pensaría algo intocable, algo que no se puede ver, solo sentir.
Es causa del amor platónico que todos hemos sufrido alguna vez. Es algo que se sale de lo físico, no se piensa en sexo, es tan superior el pensamiento hacia esa persona. Luego, con el paso de los años, uno va madurando, es más tranquilo y sesudo, piensa dos veces lo que hace, ya no pierde la cabeza.
El cerebro, también, nos infiere cosas que parecen reales, pero que no han ocurrido (ni que decir tiene lo que estamos haciendo yo y usted), el cerebro nos da episodios falsos e independientes, lo que nos da una capacidad sorprendente de futurización y conceptualización. Somos capaces de vivir un millón de vidas y morir un millón de muertes.
El hombre, por experiencia comparada, sabe que va a morir y nadie se lo ha dicho. Lo sabe, se niega a reconocerlo. El hombre toma conciencia de sí mismo, de su trascendencia o intrascendencia.
Se enamora de una persona, de un concepto intangible: nos parece que todo lo que hace, lo hace bien, nos descontrolamos.
Los celos son consecuencia de imaginar las cosas como son, enfocándolas siempre en un mismo sentido.
Antes, en el siglo XIX se hacía una intervención quirúrgica que consistía en seccionar la parte frontal del cerebro (lobotomía frontal) para que el individuo perdiera la agresividad. Éste ni sufría ni tampoco padecía, la parte había dejado de funcionar, no relaciona cosas, pierde el control.
En esa región se encuentran los sentimientos buenos y malos sin separación, así que no resulta raro el comprender conductas como la del famoso Síndrome de Estocolmo.
En definitiva, las áreas anteriores del cerebro nos han capacitado para responder de forma compleja y elaborar estrategias adaptativas a través de la cultura. Esto es lo que le ha hecho ser al hombre y sus antepasados más inmediatos ser como son y vivir a pesar de las adversidades. Le han permitido desde Homo habilis adaptar el medio a él, en vez de adaptarse él al medio. Esta es la herencia que nos dejaron y de la que hoy nos estamos comenzando a alarmarnos.
Para finalizar, lanzar un ejemplo comparativo de hasta dónde puede llegar el pensamiento en otros homínidos: el bonobo, que si a una madre se le muere su hijo, lo tiene en brazos hasta que empieza a oler, no lo acepta, no puede porque eso significaría que también va a morir, que todo se va a terminar.
Por esto lo primero que debemos hacer en cada momento es reírnos, porque estar vivo y alegre es lo mejor que nos puede pasar.
11 julio, 2006
El pensamiento
Publicado por Paquillo Dubois en 7:27 p. m.
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