12 agosto, 2006

Teorías sobre la diversidad de los seres vivos hasta el siglo XVIII

No existe hoy por hoy ninguna duda –entre todo aquel que apele al sentido común en sus razonamientos– acerca de que la gran diversidad de la vida de la que gozamos hoy y de la que –así lo espero yo– gozarán nuestros hijos se ha producido a partir de un solo ancestro inicial de tamaño microscópico cuyos descendientes han sufrido cambios y de manera distinta hasta conformar el amplio espectro de biodiversidad que podemos encontrarnos, por ejemplo, dando un paseo por el campo. (Y que no le quepa la menor duda al escéptico que aquí daremos, en sucesivas entregas, razones que así lo corroboran)
Pero esto no siempre ha sido así. En el devenir de la ciencia –como tantas y tantas veces ha ocurrido– ha sido tortuoso y modificado. Por esta razón y, una vez aprehendido qué es la evolución, haremos una retrospectiva sobre las diversas explicaciones al origen de los seres vivos.
Es propio del ser humano el pensamiento complejo (recuerden) y la razón (aunque no es característica de la humanidad, no se equivoquen) y, seguramente, desde tiempo más remotos a los que tenemos evidencias contundentes, el hombre se ha preguntado sobre el origen de la vida.

Antes de la Ilustración
En los albores de la humanidad, todo aquello que no se podía explicar de manera razonada, se hacía (y debía hacerse, pues siempre hemos sido muy inquietos para estas cosas) utilizando la intermedición de fuerzas místicas y sobrenaturales; y la cuestión que ahora nos planteamos, no iba a ser mucho. Pero si dejamos atrás las cosmogonías precientíficas de estas épocas, llegamos –como casi siempre– al siglo séptimo antes de nuestra era en la Grecia Antigua, donde los filósofos acuñaron teorías muy originales sobre le origen de la vida que se caracterizan por desdeificar su surgimiento y prescindir de cualquier fin o diseño para explicarlo. Estos filósofos fueron los primeros en dar razones de los fenómenos naturales apelando únicamente a lo natural. Aunque hoy día las teorías de filósofos presocráticos como Tales de Mileto, Anaximandro, Empedocles o Demócrito puedan parecernos un elenco de simplezas e ingenuidades; su importancia radica en revolucionar por primera vez la ciencia y rechazar lo sobrenatural para explicar lo que le abarcaba. Aunque estuvieron obsesionados con el origen del universo, la Tierra, la vida, los animales y el ser humano, no prestaron atención a los cambios subsiguientes y a una posible evolución. Fue en esta época cuando se dejaron ver por primera vez las bases para un pensamiento evolucionista, como tiempo ilimitado, generación espontánea, cambios ambientales y ontogénicos del individuo. Pero fue el único momento de las dos primeras grandes etapas de la historia donde se indujo este pensamiento.
Luego, a partir de Parménides y Pitágoras, todo comenzó a moverse gradualmente hacia la metafísica pura y la influencia de las matemáticas. Esta tendencia llevó a un desarrollo de las ideas inmutables y subyacentes a los fenómenos naturales (algo totalmente incompatible con los conceptos de variación o cambio evolucionistas). Para más inri, estos concepto adquirieron más relevancia a través de la figura de Platón con el antes nombrado esencialismo, el concepto de cosmos vivo y armónico, el concepto de demiurgo en vez de la generación espontánea y los principios incorpóreos o el alma.
Seguidamente, Aristóteles, el primer gran naturalista, asentó bases para el razonamiento evolucionista hacerse eco de la escala de diversidad que existía, además de advertir sobre la adaptación –causa final de lo vivo–; pero rasgos irreconciliables de su filosofía como la constancia y la eterna mutabilidad de las especies sin atribuir origen de ningún tipo hicieron fracasar cualquier atisbo se la verdad que llegó a oler.
Y bajo estas dos influencias fundamentales, el período clásico terminó con los filósofos sumidos en la obsesión de la eternidad inmutable o un cambio cíclico perpetuo, debido a su esencialismo.
Tras la caída del Imperio Romano, una nueva ideología, el Cristianismo, se apoderó del pensamiento occidental; suprimiendo la libertad de pensamiento anterior e imponiendo el dogma bíblico, el cual no dejaba entender el cambio. Al principio de la Edad Media permitió una cierta especulación por falta de amenazas ideológicas serias (san Agustín y su reinterpretación de la creación). Pero pronto el cuerpo dogmático se endureció y llevó a este período a un estancamiento intelectual deprimente. La reforma protestante posterior fue un retroceso frente a ideas de filósofos y empiricistas ingleses opuestas al esencialismo platónico (tales como Francis Bacon) al reforzar la autoridad de la Biblia. Curiosamente, la llamada revolución científica de los siglos dieciséis y diecisiete, un movimiento confinado casi a las ciencias físicas, no indujo ningún cambio en el creacionismo imperante. Así todos los físicos y matemáticos de entonces (Boyle, Descartes, Pascal, Newton) creían en un dios impersonal y eran creacionistas estrictos. Más aún, su concepto de un mundo creado una vez y mantenido por leyes universales era totalmente incompatible con cambios históricos.
Aún así dicha revolución científica, al enfatizar la necesidad de un tratamiento racional de los fenómenos naturales, hizo que cada vez fueran más inaceptables las explicaciones sobrenaturales. Hubo tres hechos fundamentales que ayudaron a socavar las bases de la ideología imperante y preparar el terreno para la teoría evolutiva: 1) la creciente percepción de la infinidad del espacio a causa de los avances en astronomía y la consecuente aproximación del carácter infinito del tiempo; 2) la comprensión por la nueva ciencia de la geología como Thomas Burnet o John Woodward de que la tierra había estado sometida en el pasado a profundos cambios y que su edad era inmensa en relación con lo que se creía; y 3) el descubrimiento de faunas y floras raras y muy diversas durante los viajes de navegantes europeos, y sobre todo el estudio de los fósiles pusieron en boga la realidad del relato bíblico. El descubrimiento de fósiles de organismos extintos y la asociación de ellos a una estratigrafía llevo a Robert Hooke y a Steno a la conclusión de que en estratos más profundo existían fósiles más antiguos que en estratos superiores; por lo cual existía una secuencia temporal y se atisbaba una historia de la vida sobre la tierra desde un origen remoto.

Durante la Ilustración
El siglo dieciocho fue definitivo para la historia de las teorías evolutivas, pues el concepto de evolución estuvo inmerso en los cerebros más destacados. Este período coincide con un período de fuertes cambios sociales que tienen su cenit con la revolución francesa (1789). La debilidad en las ciencias naturales de la creencia en un mundo estable se correspondió con le mundo de las ideas políticas, con el cuestionamiento radical del feudalismo y las dinastías de derecho divino. Así, el concepto de progreso se hace dominante en los escritos de los pensadores de la Ilustración.
¿Significa esto que la idea de progreso en las ciencias naturales vino inspirada de con la idea ilustrada de progreso? La idea de progreso, como hemos dicho arriba, es muy antigua, y hubo muchos ilustrados que no adoptaron filosófico-político de progreso en una teoría científica sobre la evolución. Y es que progreso puede definirse como un desarrollo de potencialidades inmanentes sin cambios de esencias dirigidos a la percepción (como defendía Leibniz), concepto algo reñido con las evidencias naturales como la regresión y extinción de grupos de seres vivos. Se recuperó el concepto de la Scala Naturae de Aristóteles por los escolásticos, el cual fue y sigue siendo un lastre para la comprensión real de los procesos evolutivos, pues nada está más alejado de la realidad para ilustrar el concepto de evolución biológica el típico esquema de una serie de organismos (que fue usado para caricaturizar de forma errónea la teoría de Darwin como veremos en la próxima entrega), saliendo unos de otros, de más simples a más complejos, que podemos encontrar en los libros escolares(esto demuestra, una vez más, que ciertos divulgadores llevan algún siglo que otro de retraso en la comprensión de los hechos naturales).
No obstante, sí que hubo pequeños atisbos de ideas evolutivas en Maupertuis (origen de los organismos por la generación espontánea continuada de nuevas formas de entre las cuales las defectuosas eran eliminadas), Bufón (abordó los principales problemas de le teoría evolutiva, aunque su concepción de especie como algo inmutable le impidió abrazar la teoría; aunque fue importantísimo porque inició la disciplina de anatomía comparada, la biogeografía, lo que indujo la aceptación de una escala temporal altísima. Además enfatizó sobre la relación ecológica de especies y adaptación) y Linneo (clasificación de flora y fauna).
Pero todavía existían preguntas sin respuesta como el origen de la diversidad y su organización aparente y la fascinante adaptación de los organismos a su medio; hechos que ni el creacionismo podía dar solución satisfactoria. Todo sería cuestión de tiempo.

Y como creo que esta trámite es lo suficiente aburrido como para que se de en dos porciones, os dejo el curso de la narración aquí, para meternos de fondo en las teorías de Lamarck, Darwin y el resto de teorías que actualmente se difunden, que ya serán, con mejor o peor aceptación, teorías evolutivas.
No os lo perdáis, porque este trocito de historia que nos queda será muy sorprendente.

Bibliografía: Evolución, La Base de la Biología (2ª Edición)

3 comentarios:

yael25 dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
yael25 dijo...

esta información me sirvió de mucho,, esta bien planteada y estructurada. de tal manera que parece ser que no hay refutaciones acerca de esta. *Gracias*

yael25 dijo...

esta información me sirvió de mucho,, esta bien estructurada y no hay refutación acerca de esta... *Gracias*